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miércoles, 29 de junio de 2011

La leyenda de Ganesha

Este día estaba revisando unas cuantas cosas y me tope con esta preciosa imagen;  lo primero que cruzo mis pensamientos fué la historia de Gansha y lo comento de forma particular por que le tengo grande estima y cariño a esta entidad y no por que traspase los limites de la admiración a la adoración, pero tiene un efecto en mi por los recuerdos que me transmite ademas de que tiene un toque romántico y pinceladas del mas puro amor.
Uno de los dioses que más a menudo se ve representado en la India es un dios con cabeza de elefante, Ganesha. He aquí su historia.
La diosa Parvati y el dios Shiva  siempre tuviero platicas muy profundas  de las cuales se dice se crearon los Vedas o libros sagrados para la cultura Indu; pero dejare esta historia de amor para otra ocación ademas de hablar un poco sobre el Ramayana.
Asi que continuando con el relato Parvati , la divina esposa del dios Siva,  un día cogió un poco de la ceniza que se había puesto en el pecho su marido, como lo hacen en la India todos los hombres que se dedican a la vida ascética. La diosa añadió a la ceniza unas gotas de agua que recogió en su propio cuerpo, después de bañarse. Amasó todo aquello e hizo con ello un hermoso bebé, que pronto llegó a ser un hermoso joven de rostro humano, Ganesha. 
El hijo de Parvati demostraba un gran amor filial, una absoluta sumisión a las órdenes de sus superiores. Ocurría a veces que la diosa deseaba quedarse sola en su palacio. Entonces colocaba al buen Ganesha al lado de la puerta, diciéndole que no dejara pasar a nadie sin su autorización. Así tenía por seguro que nadie la molestaría sin su consentimiento.
Pero un día Siva, que deseaba ver sin tardar a su esposa, quiso entrar en el palacio de la diosa. Ganesha, que siempre respetaba la consigna, preguntó por la Autorización que debía tener de su madre; y al ver que su padre no la tenía, le negó la entrada. Furioso, Siva sacó su espada y con un solo golpe hizo saltar la cabeza de su hijo. La cabeza rodó por una pendiente, desapareció y sólo quedó delante del palacio el cadáver decapitado del desgraciado joven.
El ruido del altercado hizo salir a Parvati, que saludó a su esposo. Pero de pronto vio con horror el cuerpo ensangrentado de su hijo querido cuya única culpa había sido obedecer las órdenes de su madre. Suplicó a su marido que le devolviera la vida al hijo nacido de la ceniza paterna y de las gotas de agua maternas.
Siva tenía un carácter violento e irascible, pero su corazón era bueno. El dios llamó a un servidor y le dijo:
-Ve a traerme la primera cabeza que encuentres.
Y lo primero que encontró el criado fue un elefante.
Le cortó la cabeza y se la llevó a Siva, quien la colocó en los hombros de su hijo, para resucitarlo.
Desde entonces Ganesha tiene un cuerpo rechoncho, una panza redonda, cuatro brazos y una cabeza de elefante con larga trompa y grandes orejas.
En la India se cree que el elefante es un animal de notable inteligencia. Por lo tanto, el dios con cabeza de elefante se considera como el más inteligente de los dioses.
Como se debe ser inteligente para escribir un libro, Ganesha es el dios de los escritores, el dios de los literatos. Se le hacen plegarias antes de escribir una novela o un poema. También se necesita ser inteligente para hacer negocios. Ganesha es el dios de los comerciantes. Da la riqueza a los que la merecen por su trabajo. Se le hacen plegarias antes de empezar una nueva empresa.
La inteligencia acompaña siempre otra virtud; la sensatez. Esta le hace al hombre que ame la existencia. Ella le ordena que se resigne ante los dolores inevitables, pero también le aconseja que disfrute de todos los placeres inocentes, como los de la buena comida, de los pasteles, de todos los dulces. Ganesha, dios de la sensatez, es un dios goloso y sobre todo le gustan los bombones.
A veces Ganesha ha sido víctima de la gula. Y su gran sensatez no le evitó siempre el montar en cólera. El relato que sigue es una prueba de ello.
Un día, un gran número de sus adoradores habían querido ver al dios y le habían traído manjares exquisitos. Ganesha había comido de todo y además se había hartado de bombones. Pero no le fue posible digerir todo cuanto se había tragado. Por la noche se sentía algo indispuesto y decidió dar un paseo.
Su cabalgadura acostumbrada es una rata. Ghanesa la mandó llamar, la montó y partió al trote.
Aquella noche había un maravilloso claro de luna y el aire tenía una suavidad encantadora. Pero de pronto en medio del camino una gran serpiente empezó a desenroscarse. Encima del cuello, que tenía muy tieso, la cabecita triangular que se erguía parecía plateada bajo los rayos de la luna. Sin duda el animal no tenía ninguna mala intención y sólo deseaba que lo admiraran; pero la rata se asustó terriblemente.
Se sobresaltó tanto, que hizo perder el equilibrio al dios. Ganesha se cayó y al caerse sintió estallar su barriga demasiado repleta y vio rodar todos los bombones que se había tragado durante aquel día.
Pero era demasiado inteligente para afligirse. No perdió tiempo en quejas infantiles y sólo se preocupó en arreglar las cosas.
Curó la llaga de su abdomen, juntó los dos lados de la herida y los mantuvo apretados con ayuda de un cinturón improvisado; la serpiente que había ocasionado aquel accidente servía ahora para reparar sus consecuencias.
Contento de verlo todo arreglado, Ganesha volvió a montar en su rata.
Pero en aquel mismo momento se oyó una inmensa risa. Levantando la cabeza, el dios vio la luna, cuya cara redonda estaba sacudida por una gran alegría.
-¿Por qué te ríes? -le gritó Ganesha.
-¿Y por qué no lo haría? -le preguntó a su vez la luna- ¿Te das cuenta de lo divertido que resultó el espectáculo que acabo de presenciar? Amigo, estabas ridículo, con tu ancha panza estallada, tu serpiente, tu rata y tus bombones rodando por el suelo.
-¡Malvada! ¡Luna cruel! Presencias un terrible accidente aún te atreves a reír.
Y el dios con cabeza de elefante, sacando uno de sus colmillos, lo tiró y logró romper parte del rostro luminoso de la luna. Al mismo tiempo pronunciaba palabras de maldición:
-¡Te maldigo, astro cruel! A partir de hoy, todo tu esplendor desaparecerá  en ciertos momentos. Luego volveras a dejarte ver, pero sólo con una parte de tu cara; ésta se redondeará poco a poco, pero volvera  a partirse y a desaparecer... Mientras haya hombres, de ti se burlarán todos.
La mejor prueba de que este relato es verídico es que la luna pasa por las fases descritas en las maldiciones de Ganesha.

jueves, 23 de junio de 2011

A un corazón con ansiedad y oscuridad


Sentimiento de penumbra dentro de tu alma que mitiga todo destello  de luz de quienes comprenden ayudarnos; y es que es esta obscuridad que se apodera de ideas, sentimientos, pasiones, emociones, yo le llamo asesino de la vida de los sueños del corazón su nombre es olvido....

Olvido de una misma, siempre  queriendo encontrar pequeños fragmentos de nuestra frágil existencia en palabras que arden en nuestro interior pero que no se expresan tan fácil.

Ansiedad que consume cada intento de salir de la zona de confort que nos lleva a desaparecer de esta mundo y que altera nuestra fuerza para dominarnos, pero hay algo que nunca nos quebrara es  el sentido y nuestro ser aún tienes tiempo para encontrar tu ser tu esencia, dotarla de capacidad y vida puesto que renace en sí misma como el fénix… Pero que puedo yo decirte que en tu corazón no sientas ya. Tan solo palabras de neblina que van a la obscuridad. 

(kiki)

El Circulo Secreto Parte 1


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Espero que disfruten mucho de este libro es uno de mis favoritos, voy a subirlo despacito  porfavor un poco de paciencia vale estoy en examenes bueno quiero decir que por esta serie de L.J. Smith volví a creer en la magia y el amor verdadero.
Nombre del libro:El Circulo Secreto parte I 
Autor : L.J.Smith
Primer Libro : La Iniciación

Capítulo 1

No se suponía que debía estar caliente y húmedo en Cape Cod. Cassie lo había visto en la guía; se suponía que todo era perfecto aquí, como Camelot. Excepto, la guía lo agrego distraídamente, por la hiedra venenosa, garrapatas, moscas verde, mariscos tóxicos, y corrientes subterráneas de agua en el aparentemente tranquilo mar.

El libro también había advertido contra hacer caminatas fuera en las estrechas penínsulas porque la marea alta puede venir y llevarte con ella. Pero justo en ese momento Cassie hubiera dado cualquier cosa por verse varada en algún lugar alejado del Océano Atlántico-lo más lejos posible de Portia- el puente estaba del otro lado. Cassie nunca había sido tan miserable en su vida.

– y mi otro hermano, el numero uno en el equipo de debate MIT, el que fue al Torneo Mundial de Debate hace dos años en Escocia–. Portia, estaba diciendo. Cassie sintió sus ojos llorosos de nuevo y se deslizó otra vez en su miserable trance. 

Ambos hermanos de Portia, fueron al MIT y a ambos les fue terriblemente mal, no sólo a nivel intelectual, sino también en las actividades de atletismo. Portia iba a sea una menor en la escuela secundaria este año, como Cassie. Y aunque el tema favorito de Portia era Portia, ella había pasado todo el último mes diciéndole a Cassie todo sobre él.

–y entonces después de quedar en el quinto lugar en el National Forensic League Championship el año pasado, dijo mi novio, – bueno, por supuesto que iras al All-American– Sólo una semana más, Cassie se dijo a sí misma. Sólo una semana más y después podre ir a casa. 

El pensamiento la llenó de repente de un anhelo que hizo que las lágrimas vinieran a sus ojos. Casa, donde estaban sus amigos. Donde ella no se sentía como una extraña, infeliz, aburrida y estúpida solo porque no sabía lo que era un quahog. Donde podría reírse de todo esto: sus maravillosas vacaciones en la costa oriental. 

–Entonces mi padre dijo, –¿Por qué no solo lo compro para ti?– Pero yo dije, –No.bueno, tal vez– . 

Cassie miro fijamente el océano. No es que no fuera hermoso el Cabo. El pequeño cedro, con las casas de campo y con rosas blancas y mecedoras en el porche. 

Con geranios colgando de las vigas, tan lindo como una tarjeta postal. Y el pueblo lleno de color verde, con sus iglesias y escuelas tan anticuadas que Cassie sintió como si estuviera en otra época. Pero cada día tenia que tratar con Portia. Y aunque cada noche pensó cosas devastadoras que hacerle a Portia, en realidad nunca le hizo ninguna de ellas. Y algo mucho peor de lo que Portia podía hacer era tener la cruda sensación de no pertenecer. 

De ser una extraño aquí, varados en la costa equivocada, completamente fuera de su propio elemento. California había comenzado a parecer el cielo a Cassie.


Una semana más, pensaba. Solo tienes que estar aquí por una semana más. Y luego pensó en Mamá, tal pálida últimamente y tan tranquila.una punzada de preocupación atravesó a Cassie y rápidamente la alejo de ella. Probablemente es miserable aquí, igual que tu, aunque este es su estado nativo.

Es probable que este contando los días para irse a casa igual que tu. Por supuesto que así era, y es la razón por la que su madre parecía tan infeliz cuando Cassie le habló sobre como extrañaba su casa. Su madre se sentía culpable por traer a Cassie aquí, por hacer sonar este lugar como unas vacaciones en el paraíso. 

Todo volverá a estará bien cuando vuelva a casa, para ambas. –¡Cassie! ¿Estás escuchándome o soñando despierta de nuevo?– 

–Oh, escuchando– –¿Qué acabo de decir?– Cassie de debatió. 

Novios, pensaba desesperadamente, el equipo de debate, la universidad, el torneo de debate. Algunas personas suelen llamarla soñadora, pero no tanto como aquí. –Estaba diciendo que no deberían dejar a gente como esa en la playa– dijo Portia. –En especial no con perros. Quiero decir, sé que esto no es Oyster Harbors, pero al menos es limpio. Y mira ahora–. Cassie miró, siguiendo la dirección de la mirada de Portia. 

Todo lo que podía ver era un tipo caminando por la playa. Ella miró de nuevo a Portia confusa. –Él trabaja en un barco de pesca–, dijo Portia, arrugando la nariz como si algo oliera mal. –Lo vi esta mañana en el muelle de pesca, descargando. No creo que haya cambiado su ropa. Que desagradable y asqueroso–. Él no le parecía asqueroso a Cassie. Tenía el pelo rojo oscuro, y era alto, incluso en esta distancia se podía ver que estaba sonriendo. Había un perro en sus talones.

–Nosotros nunca hablamos con chicos de barcos pesqueros. Ni siquiera los miramos–. Dijo Portia Y Cassie pudo ver que era cierto. Había tal vez una docena de otras chicas en la playa, en grupos de dos o tres, con unos cuantos chicos -aunque no había demasiados. Y cuando el chico alto pasaba por su lado las chicas miraban hacia otro lado, girando la cabeza en la dirección opuesta. No era un tipo coqueto de ver-desviar la mirada-ver de nuevo y reír. Le rechazaban desdeñosamente.

Cuando el hombre estuvo más cerca de ella, Cassie pudo ver que su sonrisa se hacia sombría. Las dos chicas más cerca de Cassie y Portia estaban mirando ahora, olfateando. 
Cassie vio como el chico se encogía ligeramente, como si se tratara de algo que ya esperaba. Todavía no veía nada repugnante sobre él. Llevaba pantalones cortos rasgados y una camiseta que había tenido días mejores, pero muchos chicos se veían así. Y su perro trotando tras él, moviendo la cola, amigable y alerta. No fue molestando a nadie.

Cassie miro el rostro del chico, sintiendo curiosidad por ver sus ojos. –Mira hacia abajo–, susurró Portia. 

El tipo estaba pasando justo enfrente de ellas. Cassie apresuradamente miró hacia abajo, obedeciendo automáticamente, aunque sentía una ola de rebelión en su corazón. Era barato, desagradable e innecesario y cruel. Ella sentía vergüenza de ser parte de eso, pero ella no podía hacer lo que Portia decía. Ella miro sus dedos en la arena. Podía ver cada granulo en la brillante luz del sol. 

De lejos parecía arena blanca, pero de cerca era de colores brillantes, negro, verde, pastel, con pequeños fragmentos de ostras, rojos como diminutos granates. Es injusto, pensó, aunque el chico no pudiera oírla. Lo siento; esto no es justo. Desearía poder hacer algo, pero no puedo. 

Una húmeda nariz empujo su mano. Ese acto repentino hizo que soltara un grito y que una risita quedara atrapada en su garganta. El perro empujo de nuevo su mano, no pidiendo; exigiendo. Cassie lo acaricio. Era un pastor alemán, o en su mayor parte, un gran y hermoso perro con ojos inteligentes de color marrón liquido y una boca riendo.

Cassie sintió como la rigidez de su rostro, con la máscara avergonzada que tenía, se rompía y le devolvía la sonrisa. Entonces ella miro al propietario, rápidamente, incapaz de ayudarse. Ella miro sus ojos directamente. 

Al momento en que ella lo miró y el la miró hacia abajo. Sus ojos eran de un azul grisáceo, como misterioso mar. Su rostro era extraño; no como cualquier chico guapo, era sobresaliente e intrigante, con pómulos altos y una boca determinante. Orgulloso e independiente, sensible y humorístico, todo a la vez. Cuando él la miró con su sonrisa triste pero aliviada, algo brillaba en sus ojos azul grisáceo, como el sol cuando brilla en las olas. 

Cassie era tímida con la mayoría de las personas, en especial los chicos, ella no sabía porque, solo era un pobre chico trabajador de un barco de pescar, pero sentía compasión por él, y quería ser buena con él, y además no podía evitarlo. Y cuando ella comenzó a sonreír, el chico respondió con una risa en contestación. Ese instante fue como si se tratara de compartir un secreto, algo que nadie más en la playa podría comprender. 

El perro se balanceaba, como si estuviera en esto también. –Cassie–, siseo Portia furiosa. Cassie sintió como se ruborizaba y desvió la mirada del chico. Portia se veía como si hubiera sufrido un derrame cerebral. 

–¡Raj!– dijo el chico, sin sonreír –¡El talón!– Con aparente renuencia, el perro se aparto de Cassie, meneando la cola todavía. Entonces el perro obedeció a su amo y se coloco detrás de su amo. No es justo, Cassie pensó de nuevo. La voz del muchacho la sobresalto.

–La vida no es justa– dijo. 

Conmocionada, volvió la mirada hacia el chico. Sus ojos eran tan oscuros como el mar en una tormenta. Ella lo vio, asustada por un momento, como si ella hubiera visto algo prohibido, más allá de su comprensión. Pero poderoso. Algo poderoso y extraño. Y entonces él estaba alejándose, con el perro detrás de él. Sin mirar atrás.


Cassie lo miro, asombrada. Ella no había hablado en voz alta, estaba segura de que no había hablado en voz alta. Pero entonces, ¿Cómo es posible que él la haya escuchado?. 

Sus pensamientos se hicieron añicos por un silbido a su lado. Cassie se encogió, sabiendo exactamente lo que Portia iba a decir: Ese perro probablemente tiene sarna, pulgas y gusanos. En la toalla de Cassie probablemente se estaban arrastrando los parásitos en este momento. Pero Portia no lo dijo.

Ella también estaba mirando las figuras del chico y el perro alejándose. Contemplaron como pasaban una duna y luego a lo largo de un camino de césped que daba a la playa. Y aunque claramente se veía disgustada, había algo en su cara, una especia de oscura sospecha que Cassie no había visto nunca.

–¿Qué pasa Portia?– Portia entrecerró los ojos. –Yo creo–, dijo lentamente, a través de los labios apretados, –que lo he visto antes–.

–Ya habías dicho eso. Lo viste en el muelle de pesca–.

Portia sacudió la cabeza con impaciencia. –No.

Cállate y déjame pensar–. 

Aturdida, Cassie guardo silencio. Portia siguió mirando, y después de unos momentos comenzó a asentir con la cabeza, confirmando algo a sí misma. Su rostro tenía un color carmesí, aunque no por una quemadura por el sol. Abruptamente, aún asintiendo con la cabeza, murmuro algo y se puso de pie. Estaba respirando rápidamente. 

–¿Portia?– –Tengo que hacer algo–, dijo Portia agitando su mano a Cassie pero sin mirarla. –Quédate aquí–.

–¿Qué es lo que pasa?– –¡Nada!– Portia la miro bruscamente.

–No pasa nada. Solo olvida todo esto. Te veré mas tarde–. Ella se marcho, caminando rápidamente, pasando sobre las dunas hacia la casa de campo propiedad de la familia.

Diez minutos después, Cassie se dijo que debía estar feliz de que Portia la había dejado sola, por cualquier motivo. Pero no podía disfrutar ese momento. Su mente era como un batido. Se sentía agitada, angustiada, casi asustada. Lo más curioso era lo que Portia murmuro antes de levantarse. 

Cassie no estaba segura de haber escuchando bien. Debe haber sido otra cosa parecida a –bruja–. 

Ella debe haber oído mal, no puedes llamar a un chico bruja, por Dios. Calma, se dijo a sí misma. No te preocupes, se feliz. Estas sola como querías. Pero por alguna razón no podía relajarse. Se puso de pie, cogió su toalla y se envolvió con ella, comenzó a caminar por la playa por el camino en el que el chico había desaparecido.


Capítulo 2 
Cassie fue hacia el lugar por donde el chico había desparecido, camino hacia las dunas y por el pequeño espacio de césped. Cuando estuvo en la cima miro alrededor. 

Pero no había nada que ver, excepto por los pinos y matorrales. Ni chico. Ni perro. Silencio. Ella estaba muy acalorada. Muy bien; bien. Se volvió de nuevo hacia el mar, ignorando la punzada de decepción y el extraño vacio que sintió de repente. Debía ir a mojarse y refrescarse. El problema de Portia era su problema y no de Cassie. Y en cuanto al chico de pelo rojo, probablemente no volvería a verlo nunca, así que tampoco era su problema.

Un escalofrió la recorrió, del tipo que te hace pregúntate si te estarás enfermando. Debo tener fiebre, decidió, estaba tan caliente que comenzó a sentir escalofríos. Necesito una zambullida en el agua. El agua estaba fría, porque este era el lado abierto del Atlántico. Camino hasta que el agua llego a sus rodillas y luego continúo caminando por la playa. 

Cuando llego a muelle, se sacudió el agua y subió. Solo había tres barcos atados ahí. Estaba desierto. Eso era justo lo que Cassie necesitaba. Desengancho la soga que habían puesto para mantener alejada a las personas como ella y entro. Ella camino, la madera deteriorada por la intemperie crujía bajo sus pies, el agua de extendía a ambos lados de ella. 

Cuando miro de nuevo hacia la playa, se dio cuenta de que los otros bañistas estaban muy lejos. La brisa soplo en su rostro, agitando su pelo mojado y sintiendo un hormigueo en las piernas. De repente ella sintió algo que no podía explicar. Como un globo al ser atrapado por el viento y elevado. Se sentía ligera. Se sentía libre. Quiso extender sus brazos hacia el océano y sentir la brisa, pero no se atrevió. No era tan aventada como los demás. Sonrió cuando llego al final del muelle. El cielo y el océano eran del mismo color, un profundo azul joya. Excepto que el cielo alumbraba el horizonte, donde ambos se reunían. Cassie pensó que podía ver la curva de la tierra, pero podría haber sido su imaginación. Golondrinas y gaviotas volaban sobre ella. 

Quisiera escribir un poema, pensaba. Ella tenía un cuaderno lleno de poemas que había escrito bajo su cama en casa. Ella casi nunca se los mostro a nadie, pero por la noche los miraba. Sin embargo, no podía pensar en alguna palabra. Aun así, fue hermoso estar ahí, oliendo el agua salada del mar, sintiendo las tablas de madera calientes bajo sus pies y escuchando como chocaba el agua contra la madera del muelle. 

Era un sonido hipnótico, rítmico, como los latidos de un corazón gigante o la respiración de la tierra, era.extrañamente familiar. Se sentó y miro el mar, escuchando su propia respiración. Por primera vez desde que llego a Nueva Inglaterra se sentía bien, como si perteneciera ahí. Ella se sintió parte de la inmensidad del cielo, la tierra y el mar, una pequeña parte, pero aun así, parte de ella. Y poco a poco comprendió que no podía ser tan pequeña. Ella se había sumergido en el ritmo de la tierra, pero ahora sentía como si ella controlara ese ritmo.

Como si los elementos fueran uno con ella y estuvieran bajo su mando. Ella podía sentir el pulso de de la vida en el planeta en ella misma, fuerte, profundo y vibrante. El ritmo lento aumento por tensión y la expectación, como si esperara algo.

¿Esperar que? 

Mirando el mar, ella sintió las palabras venir a ella. Como un poema. Que el cielo y el mar mantengan alejado el daño de mí.

Lo extraño es que no se sentía como algo que ella hubiera compuesto. Se sentía como si fuera algo que ella hubiera leído o escuchado hace mucho tiempo. Tuvo el breve destello de una imagen: Alguien sosteniéndola en brazos y mirando el océano, y oyendo las palabras. Que el cielo y el mar mantengan alejando el daño de mí. Que la tierra y el fuego me. No.

Cassie sentía un hormigueo en toda la piel. Ella podía ver, en cierto modo en que ella nunca había visto, el cielo, la tierra el espacio inmensurable del océano, ola tras ola tras ola. Veía el horizonte y mas allá. Y fue como si la estuvieran esperando, mirando, escuchándola. No lo termines, pensaba. 

No digas nada más. Una repentina convicción se apodero de ella. Mientras ella no pudiera encontrar las últimas palabras del poema, ella estaría segura. Todo sería como siempre había sido, se iría a casa y viviría en su tranquilidad y ordinaria paz. Mientras no dijera las palabras ella estaría bien. 

Pero el poema atravesaba su mente, como el lejos tintinear de música helada, y las últimas palabras cayeron en su lugar. Ella no pudo detenerlos.

Que el cielo y el mar mantengan alejado el daño de mí. Que la tierra y el fuego me.traigan mi deseo.

Si. Oh, ¿Qué he hecho? Fue como una cadena al romperse. Cassie se encontraba de pie, mirando salvajemente el océano. Algo había sucedido, lo había sentido, y ahora podía sentir el retroceso de los elementos, rompiendo su conexión. Ella ya no se sentía ligera ni libre. Se sentía fuera de sintonía y de electricidad estática. De repente, el mar parecía más amplio que nunca y no muy amistoso. Volviéndose bruscamente, se dirigió hacia la orilla.

Idiota, pensó mientras se acercaba a la arena blanca de la playa de nuevo. El sentimiento de miedo se marcho. ¿De que estas asustada? ¿De que el cielo y el mar realmente te hayan escuchado? ¿Qué esas palabras en realidad iban hacer algo? 

Ella podía reírse ahora de lo sucedido, pero estaba incomoda y molesta. Ella estaba a salvo, el mundo sigue siendo igual que siempre. Las palabras eran solo palabras. Pero cuando vio movimiento por el rabillo del ojo, en el fondo no se sorprendió. Algo estaba sucediendo. Hubo movimiento en la orilla. 

Era el chico de pelo rojo. Estaba bajando corriendo por una de las dunas. De repente, con una inexplicable calma, Cassie camino dándose prisa para encontrárselo. El perro al lado de él estaba andando con paso largo fácilmente, mirando la cara del chico como si fuera un juego. Pero por la expresión del muchacho y la manera en que estaba corriendo, Cassie supo que no era un juego. 

El miro hacia arriba y hacia abajo por la playa desierta. Por la parte izquierda vio que algo se asomaba, pero no pudo ver más allá. Se volvió hacia Cassie y sus ojos de encontraron. Entonces giro bruscamente y comenzó a correr. El corazón de Cassie latía de prisa.

–¡Espera!– llamo con urgencia. El se volvió, ella miro sus ojos azul grisáceo. –¿Quién te está siguiendo?– dijo, aunque pensaba que sabia la respuesta.

Su voz era nítida, sus palabras concisas. –Dos tipo que parecen defensas de los Gigantes de Nueva York–. 

Cassie asintió, sintiendo el ruido sordo de su corazón acelerarse. Pero su voz seguía siendo tranquila. –Sus nombres son Jordan y Logan Bainbridge–. 

–Tal vez–. –¿Habías oído hablar de ellos?–.

–No. Pero creo que ellos de mi sí–. 

Cassie casi se rio. A ella le gustaba la manera en la que se veía, alerta, con apenas aliento por haber estado corriendo. Le gustaba el brillo aventurero de sus ojos y la forma en que bromeo a pesar de que estaba en problemas.

–Raj y yo podríamos con ellos, pero fueron a traer un par de amigos con ellos–. Dijo volviendo se nuevo, caminando hacia atrás, agrego, –Seria mejor que fueras en la otra dirección. Y sería bueno si pudieras fingir que no me has visto–. 

–¡Espera!– Cassie exclamo. 

Cualquier cosa que estuviera pasando, no era su problema.pero ella hablaba sin vacilación. Había algo en este chico, algo que la hacía querer ayudarle. 

–Ese camino es un callejón sin salida, solo llegaras hasta las rocas y estarás atrapado–.

–Pero no puedo ir por el otro lado, ellos me verán, y no están lejos–. 

Los pensamientos de Cassie estaban volando y de repente ella supo. –Escóndete en el barco–. 

–¿Qué?– 

–En el barco– hizo gestos para que fuera a esconderse. –Puedes entrar en la cabina y ellos no te verán– 

El volvió la vista al barco, pero sacudió la cabeza. –Yo estaré realmente atrapado si ellos me encuentran ahí. Y a Raj no le gusta nadar–. 

–Ellos no te encontraran– dijo Cassie. –Ni siquiera estarán cerca. Voy a decirles que fuiste hacia el camino que querías tomar–. 

El la miraba a ella, con la sonrisa desapareciendo en sus ojos –Tú no entiendes– dijo tranquilamente, –Esos chicos son problemáticos–. 

–No me importa–, dijo Cassie, y lo empujo hacia el barco. Date prisa, date prisa, date prisa. Algo en su cerebro estaba formándose. Su timidez se había esfumado. Todo lo que le importaba desapareció de su mente. –¿Qué van a hacerme? ¿Golpearme? Soy un transeúnte inocente–, dijo. 

–Pero–.

–Oh, por favor. No discutas. ¡Hazlo!–.

El la miro un instante y luego golpeo su muslo para que el perro lo siguiera. –¡Vamos, muchacho!– El chico brinco al barco fácilmente y entro en la cabina, el perro lo siguió con un brinco y un potente ladrido.

Shh, pensó Cassie. Los dos estaban ocultos en el barco, pero si alguien subía al muelle serian claramente visibles. Ella engancho la cuerda en el muelle, que había quitado antes para entrar, cerrando el paso.

Miro frenéticamente alrededor y se dirigió al mar, salpicando el agua. Se agacho y cogió un puñado de arena, usando su mano como un colador limpio las dos o tres almejas que había recogido. Ella cogió otro puñado.

Escucho gritos desde las dunas. 

Estoy recogiendo conchas, solo recojo conchas, pensaba. No necesito mirar aun. No estoy interesada. 

–¡Hey!– Cassie miro. 

Había cuatro de ellos, y los dos de delante eran los hermanos de Portia.

Jordan fue el número uno en el equipo de debate y Logan el primero en un club de disparo, ¿o era al revés? 

–Oye, ¿viste un tipo corriendo en esta dirección?– pregunto Jordan. Estaban mirando en todas direcciones, excitados como perros cuando buscan un olor. Y de repente otra línea de la poesía llego a Cassie. 

Cuatro perros delgados se agacharon y sonrieron. 

Solo que estos tipos no eran delgados, eran musculosos y sudados. Y casi sin respiración, notó Cassie.

–Es la amiga de Portia, Cathy–, dijo Logan, –Oye, Cathy, ¿viste a un tipo venir corriendo hacia aquí?–.

Cassie camino lentamente hacia él, con las conchas en sus puños. Su corazón golpeaba fuerte contra sus costillas, tan fuerte que estaba segura de que se podía ver, su lengua se congelo. –¿No puedes hablar? ¿Qué haces aquí?–. 

En silencio, Cassie sacudió sus manos y abrió los puños. 

Los chicos intercambiaron miradas, y Cassie se dio cuenta de cómo debería lucir a estos chicos de universidad, una chica ordinaria con pelo marrón y ojos azules. Solo una pequeña chica de secundaria de California cuya mejor idea era recoger conchas en el mar. 

–¿Has visto pasar a alguien por aquí?– pregunto Jordan, impaciente pero despacio como si ella no pudiera oírlo. 

Tenía la boca seca. Cassie asintió y miro hacia la parte de la playa donde estaban las rocas. Jordan vestía una cazadora abierta encima de su camisa que parecía extraño llevara en un tiempo tan caliente. Había un bulto debajo de ella, y cuando el chico se giro un poco, Cassie pudo ver un destello de metal. 

¡Una pistola! 

Jordan debe ser el que fue el número uno en el club de disparo, pensó Cassie.

Ahora que ella vio algo por lo que estar realmente asustada, encontró su vos y dijo, –Un chico y un perro fueron por ese camino hace unos minutos–.

–¡Lo tenemos! ¡Quedara atrapado en las rocas!– dijo Logan. Él y los otros dos chicos que Cassie no conocía comenzaron a ir hacia el camino que había dicho. 

Pero Jordan se volvió hacia Cassie, –¿Estás segura?–. 

Asustada, ella le miro. ¿Por qué le preguntaba? Ella abrió más los ojos tratando de parecer lo más infantil y estúpida que podía, –Si.– 

–Porque es importante–, y súbitamente él le estaba sujetando la muñeca. Cassie miro hacia abajo, hacia las conchas que habían caído a la arena, tan sorprendida que no pudo decir nada.

–Es muy importante– dijo Jordan, y ella podía sentir la tensión irradiando de su cuerpo, y oler su sudor. Una ola de repulsión inundo a Cassie y se esforzó por mantener su rostro sin expresión y los ojos desorbitados. Ella temía que la fueran a empujar, pero el solo estaba torciendo su muñeca. 

Ella no quería llorar, pero no podía evitarlo. Era en parte por el dolor y parte por algo que vio en sus ojos, algo feo, fanatico y caliente como el fuego. Se encontró jadeando, con más miedo del que ella podía recordar haber tenido desde que era péquela.

–Sí, estoy segura–, dijo sin aliento, mirando esos horribles ojos que no dejaban que apartara la vista. –Fue hacia abajo, hacia las rocas–. 

–¡Vamos Jordan, déjala sola!, Logan gritaba, –Es solo una niña. ¡Vamos!– 

Jordan dudo. Sabe que miento, pensó Cassie, con una curiosa fascinación. Él lo sabe, pero tiene miedo de creer que lo sabe porque no sabe como lo sabe. 

Créeme, pensó, mirándolo fijamente, esperando que él le creyera. Créeme y vete. Créeme, Créeme. 

El soltó su muñeca. –Lo siento–, murmuro y se volvió para reunirse con los otros.

–Claro–, le susurro Cassie, quedándose muy quieta. 

Temblando, vio a los chicos correr por la arena húmeda, vio como la cazadora de Jordan ondeaba tras él. Se propago su debilidad por su estomago, hacia sus rodillas y de repente se sentía como si fuera de agua. Era consciente, de nuevo, del sonido del mar. Un reconfortante sonido que parecía envolverá. 

Cuando las cuatro figuras giraron en la esquina y los pedio de vista se volvió de nuevo hacia el muelle para decirle al chico de pelo rojo que ya podía salir.

El ya lo había hecho. 

Poco a poco, hizo que sus piernas -que parecían de gelatina- la llevaran hacia el muelle. El estaba de pie ahí, con una mirada que la hizo sentir extraña. 

–Sera mejor que salgas de aquí o que te ocultes de nuevo–, ella dijo vacilante. –Ellos podrían regresar–.

–No lo creo–. 

–Bueno..– Cassie vacilo, mirándolo, sintiéndose casi asustada–. Tu perro fue muy bueno–, dijo por fin. –Quiero decir, no ladro ni nada–.

–Sabía que era lo mejor–.

–Oh–, Cassie miro hacia la arena, tratando de pensar que mas decir. Su voz era suave, no dura, pero sus ojos y su boca eran sombríos. –Yo, supongo que ya se han ido–. 

–Gracias a ti–, dijo. Se dirigió hacia ella y sus ojos se encontraron. –No sé como agradecértelo–, añadió, –Por hacer eso por mí, ni siquiera me conoces–.

Cassie se sentía más rara aun. Con solo mirarlo se sentía mareada, pero no podía apartar la vista de él. Sus ojos eran de un azul acero, hipnóticos. Mirándola de cerca, atrayéndola. Pero yo te conozco, pensó ella. En ese momento una imagen paso a través de su mente. Es como si estuviera flotando fuera de ella, y podía verlos a los dos, de pie en la playa. Y ellos estaban conectados por un cordón plata que irradiaba poder.

Una venda de energía, uniéndolos. Era tan real que ella casi podía extender la mano y podría tocarlo. Uniéndolos corazón con corazón e intentando ponerlos más cerca. 

Un pensamiento llego a ella, como si una pequeña voz estuviera hablando en lo más profundo de ella. El cordón de plata no puede romperse. Sus vidas estaban unidas. No puedes escapar de esto, así como no puedes escapar del destino. 

De repente, tan rápido como había llegado, la imagen y la voz desaparecieron. Cassie parpadeo y sacudió su cabeza, tratando de regresar a la realidad. El aun estaba esperando que respondiera su pregunta.

–Me alegro de haberte ayudado– dijo ella, intentando encontrar las palabras adecuadas. –Y, realmente no se qué ha pasado– el dirijio sus ojos hacia su muñeca y hubo una llamarada de luz en sus ojos, como la plata. 

–Yo lo sé–, dijo el, –Debí haber salido antes–.

Cassie agito su cabeza. La última cosa que ella hubiera querido era que lo atraparan y que lo lastimaran. –Yo solo quería ayudar–, dijo ella débilmente y desconcertada. Entonces ella pregunto, –¿Por qué te estaban persiguiendo?–. El miro lejos, respirando profundamente. 

–Está bien. No debí haber preguntado–. Empezó ella.

–No–, el volvió la vista hacia ella. –Tienes derecho a saberlo. Pero es difícil de explicar.no pertenezco aquí. En mi hogar, ellos nunca se atreverían a venir por mí. Ellos no se atreverían a mirarme bizco, pero aquí, estoy fuera de combate–. 

Ella todavía no entendía. –A ellos no les gustan las personas que son diferentes–, dijo con voz tranquila. –Y yo soy diferente a ellos. Soy muy, muy diferente–. 

Si, pensó ella. Fuera como fuera, no era como Jordan o Logan. El no era como ninguna persona que hubiera conocido. 

–Lo siento. Eso no fue como una explicación, lo sé–, dijo el. –Especialmente después de lo que hiciste. Me ayudaste, y no voy a olvidarlo–. 

El miro hacia abajo y se rio brevemente de si mismo. –Por supuesto, no parece que pueda hacer algo por ti, ¿verdad? No aquí. Aunque. –hizo una pausa, –Espera un minuto–. 

El alcanzo su bolsillo, buscando algo. Por un instante Cassie se sintió mareada y sintió que la sangre se iba de su rostro, ¿Buscaba dinero? ¿Piensa pagarme por haberlo ayudado? Se sentía humillada, y más afectada que cuando Jordan agarro su muñeca y no pudo evitar que las lagrimas llenaran sus ojos.

Pero lo que saco del bolsillo fue una piedra. Una piedra que parecía como una que recogerías del fondo del océano. Al menos eso es lo que parecía al principio. Un lado era rugoso y gris, incrustada con diminutos espirales, como conchas. Pero se la dio, vio que el otro lado era color azul cristalizado, brillando a la luz del sol, como si fuera un dulce. Era hermosa. 

El la presiono en su palma y le cerró los dedos alrededor de ella. Cuando ella la toco sintió como una electricidad recorría su mano hasta llegar a su brazo. Sintió la piedra viva, de una manera que no pudo explicar. Sobre los latidos que oía en su oído, pudo escuchar que él hablaba.

–Esto es Calcedonia. Es una pieza de buena suerte. Si estas en problemas o en algún peligro o algo parecido y es un momento en el que te sientes sola y nadie puede ayudarte, sujeta bien la piedra–, el apretó los dedos sobre su mano –y piensa en mí–. 

Ella lo miraba, hipnotizada. Apenas podía respirar y sentía el pecho lleno. Él estaba tan cerca de ella; ella podía ver sus ojos, del mismo color que el cristal, podía sentir su respiración en su piel y la calidez de su cuerpo como el sol. Su pelo no era solo color rojo, tenía todo tipo de colores, algunos tan oscuros que parecían morados, y otros como el oro. 

Diferente, pensó de nuevo, era diferente de cualquier otro chico que conocía.

Una dulce corriente caliente la recorría, una sensación de posibilidad y desenfreno. Estaba temblando y sentía los latidos del corazón en sus dedos, pero no sabía si eran los suyos o los de él.

Antes parecía que él podía escuchar sus pensamientos, ahora parecía como si estuviera en su mente. Estaba tan cerca y el la estaba mirando. –¿Y qué pasa después?– susurro ella.

–Y entonces, tal vez tu suerte cambie–, abruptamente se alejo, como si hubiera recordado algo y se hubiera alterado. El momento se había terminado. –Vale la pena intentarlo, ¿no crees?–, dijo a la ligera. 

No podía hablar, así que asintió. Fue broma ahora, pero no lo había sido antes.

–Tengo que irme, no debería permanecer mucho tiempo aquí– dijo el.

Cassie trago saliba. –Ten cuidado. Creo que Jordan tenía una pistola–. –No me sorprende–, dijo y pareció que quería decir algo más. 

–No te preocupes. Me voy del Cabo ahora mismo. Por ahora, al menos. Volveré; tal vez te vea entonces– el se giro. Entonces se detuvo y volvió a tomar su mano. Cassie estaba demasiado asustada por la sensación que causo sentir su piel contra la suya como para hacer algo. El giro su muñeca y miro la marca roja que había, entonces la toco ligeramente con la punta de los dedos. El acero en sus ojos había regresado cuando el volvió a mirarla. –Y créeme–. El susurro, –Te pagare por esto algún día. Te lo garantizo–.

Entonces el hizo algo que conmociono a Cassie, más que cualquier cosa que hubiera pasado ese día. El levanto su mano herida hacia sus labios y la beso. Fue el más suave y ligero de los toques y Cassie lo sintió como el fuego. Ella lo miraba, aturdida e incrédula, totalmente sin palabras. No podía moverse ni pensar, solo podía estar de pie, sintiendo. 

Y entonces él se alejo, silbando al perro, que giro alrededor de Cassie unos momentos y luego le siguió. Ella estaba sola, mirando cómo se alejaba, con los dedos sujetando la áspera piedra en su palma. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que no le habia preguntado su nombre.


Capitulo 3

Un momento después, Cassie salió de su aturdimiento. Sería mejor si se moviera. Logan y Jordan podrían volver en cualquier segundo. Y si se enteraban de que ella les había mentido.

Cassie trepo por la duna, el mundo alrededor parecía ordinario una vez más, ya no se sentía llena de magia y misterio. Era como si hubiera estado viviendo en un sueño, y ahora hubiera despertado.

¿En que estaba pensando? Tonterías sobre cables de plata y un chico que no era como cualquier otro. Pero todo eso era ridículo. La piedra en su mano era solo una piedra. Y las palabras solo palabras. Incluso el chico.Por supuesto que él no pudo escuchar sus pensamientos. Nadie puede hacer eso; debe haber una explicación racional.

Ella apretó la piedra que tenía en la palma. Su mano todavía hormigueaba donde él la había tocado. Y donde él había pasado las puntas de los dedos se sentía diferente a cualquier otra parte del cuerpo. Ella pensó que no importara lo que pasara en el futuro, nunca olvidaría como fue su tacto.

Una vez dentro de la cabaña que alquilaron su madre y ella, cerró la puerta tras de si. Luego hizo una pausa. Ella podía oír la voz de su madre en la cocina, y por el modo en que hablaba supo que algo andaba mal. La Sra. Blake estaba al teléfono, con la espalda hacia la puerta, con la cabeza ligeramente inclinada y el receptor en su oído. Como siempre, Cassie se sorprendió de la delgadez de su madre. Con ese cabello largo y obscuro, amarrado en la parte trasera del cuello, la Sra. Blake podría ser una adolescente. Eso hacía sentir a Cassie un sentimiento protector. De hecho, a veces se sentía como si ella fuera la madre y su madre la adolescente.

Y justo ahora decidió no interrumpir a su madre en su conversación. La Sra. Blake estaba molesta, y en intervalos de tiempo decía "SI" o "Lo sé" en la boquilla del teléfono y llena de tensión.

 Cassie se dio vuelta y se dirigió a su dormitorio. Camino a la ventana y miro fuera, preguntándose ¿qué estaría pasando con su madre?.

Aun cuando Portia supiera el nombre del chico, jamás se lo diría, Cassie estaba segura de ello. Pero sin su nombre, ¿Cómo iba a encontrarlo de nuevo?

No lo haría. Esa era la verdad y ahora tenía que enfrentarlo. Incluso si supiera su nombre, ella no es de las chicas que van detrás de los chicos. Ella no sabe cómo.

–Y en una semana voy a casa– susurro. Por primera vez estas palabras no lograron hacerla sentir mejor ni esperanzada. Puso la piedra de Calcedonia sobre la mesita de noche, con una especia de tintineo al final.

–¿Cassie? ¿Dijiste algo?–.

Cassie giro rápidamente y encontró a su madre en la puerta.



 –¡Mamá! No sabía que ya no estabas al teléfono–, cuando su madre continuo mirándola inquisitivamente, ella agrego, –Yo solo pensaba en voz alta. Estaba diciendo que iremos a casa la próxima semana–.

Una extraña expresión cruzo por el rostro de su madre, como un destello de dolor reprimido. Sus ojos negros vagaron nerviosamente por la habitación. –Mamá, ¿Qué está mal?– dijo Cassie.

 –Estaba hablando con tu abuela. ¿Recuerdas que había planeado ir a visitarla por un tiempo la próxima semana?–.

Cassie lo recordaba muy bien. Ella le dijo a Portia que su madre y ella conducirían a la costa y Portia había dicho que aquí no se le llamaba costa. De Boston hasta el Cabo, era la costa sur y de Boston hasta New Hampshire era la costa norte, y si ibas a Maine era el este, de cualquier manera, ¿Dónde vivía su abuela? Cassie no podía contestar esa pregunta porque su madre nunca le dijo el nombre de la ciudad.

–Si–, dijo ella, –Lo recuerdo–.

–Acabo de hablar con ella. Ella está muy vieja, Cassie, y no la está llevando bien. Esta peor de lo que pensaba–. –Oh, Mamá. Lo siento–, Cassie nunca había conocido a su abuela, ni siquiera visto una imagen de ella, pero aun así eso la hizo sentir horrible. Su madre y su abuela se habían distanciado por años desde que Cassie había nacido. Era algo sobre su madre yéndose de casa, pero su madre nunca hablo al respecto. En los últimos años, sin embargo, se habían mandado algunas cartas y ella pensó podrían volver a verse. Ella esperaba que lo hicieran, de cualquier forma, y ella había estado esperando a ver a su abuela por primera vez. –Realmente lo siento mamá–, dijo ella, –¿Estará bien?–.

–No lo sé. Ella está en esa casa enorme y sola.y por su enfermedad le es difícil moverse algunos días–. El sol entraba por la ventana, enviando una sombra sobre el rostro de su madre. Ella hablo despacio pero casi formalmente, como si estuviera deteniendo un poco de emoción.

–Cassie, tu abuela y yo tenemos nuestros problemas, pero seguimos siendo familia, y ella no tiene a nadie. Es hora de enterrar nuestras diferencias–. Su madre nunca había hablado abiertamente de su distanciamiento.

 –¿De qué va todo esto mamá?–. –Eso no importa ahora. Ella quería que yo siguiera un camino que yo no quería seguir. Ella pensó que estaba haciendo lo correcto.y ahora está sola y necesita ayuda–. La consternación quería apoderarse de Cassie.

La preocupación por la abuela que nunca conoció y otra cosa. Con alarma algo vio los ojos de su madre, era la mirada de alguien a punto de entregar las malas noticias y que tenía dificultad de encontrar las palabras adecuadas.

–Cassie, he estado pensando mucho esto, y solo hay una cosa que nosotras podemos hacer. Y lo siento, porque esto significara un cambio en tu vida, y será difícil para ti.pero eres joven. Podrás adaptarte. Sé que podrás–. Una punzada de pánico se disparo a través de Cassie, –Mamá, está bien–, dijo rápidamente, –Quédate aquí y haz lo que tengas que hacer. Puedo prepararme para la escuela yo sola. Será fácil, Beth y la Sra., Freeman podrían ayudarme–. La madre de Cassie estaba agitando su cabeza, y de repente ella sintió que debía seguir, cubriendo todo en una avalancha de palabras.

 –No necesito muchos cambios de ropa para la escuela–. –Cassie, lo siento mucho. Necesito que comprendas, cariño, y tomar esto como adulto. Sé que vas a extrañar a tus amigos. Pero debemos tratar de hacer mejor las cosas–.

Los ojos de su madre estaban fijos en la ventana, como si no pudiera soportar ver a Cassie.

Cassie estaba muy quieta. –Mamá, ¿Qué intentas decir?–.

 –Estoy diciendo que no volveremos a casa, o al menos no a Reseda. Iremos a mi casa, para estar con tu abuela. Ella nos necesita. Vamos a permanecer aquí–. Cassie se sintió aturdida y entumecida. Ella solo pudo preguntar estúpidamente, como si eso importara, –¿Dónde está? –¿Dónde vive la abuela?–.

Por primera vez, su madre aparto los ojos de la ventana. Sus ojos se veían mas grandes y oscuros que nunca. –Nueva Salem– dijo tranquilamente, –La ciudad se llama Nueva Salem–. Horas más tarde, Cassie seguía sentada en la ventana, mirando inexpresivamente. Su mente estaba corriendo inútilmente en círculos. Para estar aquí.permanecer en Nueva Inglaterra. Una descarga eléctrica la recorrió. Él.

 Sabía que lo vería de nuevo, algo en su interior le dijo y se alegro. Pero solo fue una voz y había muchas hablando a la vez. Permanecer aquí. No ir a casa. ¿Y qué importa si el tipo esta aquí en algún lugar de Massachusetts? No sabes su nombre o donde vive. Nunca lo encontraras de nuevo. Pero hay una oportunidad, pensó desesperadamente. Y la voz en lo profundo se su interior, la que le había alegrado antes, susurro: más de una oportunidad. Es tu destino. ¡Destino! Las otras voces se burlaron.

 ¡No seas ridícula! Es tu destino prepararte para tu nuevo año en la secundaria en Nueva Inglaterra, eso es todo. Donde no conoces a nadie. Donde estarás sola. Sola, sola, sola, las otras voces estuvieron de acuerdo. La profunda voz quedo aplastada y desapareció. Cassie sintió toda esperanza y oportunidad de ver al chico escapar de ella. Lo único que quedo fue la desesperación. Ni siquiera podre decirles adiós a mis amigos, pensaba. Ella le rogo a su madre volver a casa, solo para decir adiós.

Pero la Sra. Blake dijo que no tenía tiempo ni dinero. Todas sus cosas serian enviadas a la casa de la abuela por un amigo de su madre.

–Si regresas–, había dicho su madre suavemente, –Solo te sentirás peor por irte de nuevo. De esta manera va a ser al menos un corte limpio. Y podrás ver a tus amigos el próximo verano–. ¿El próximo verano? El próximo verano estaba a cientos de años de distancia.

Cassie pensó en sus amigos: la tranquila Beth y la ingeniosa Miriam. Eran un pequeño grupo tímido y soñador. Así que tal vez no tenía muchos amigos, pero se habían divertido juntos, desde la primaria. ¿Cómo podrá aguantar no verlos hasta el próximo verano? Pero la voz de su madre había sido sueva y distraída, y sus ojos vagaban en la habitación, medio preocupada, y Cassie no había tenido la fuerza para discutir sobre el camión que ella quería tomar.

 De hecho, por un instante Cassie había querido correr hacia su madre y abrazarla y decirle que todo iba a estar bien. Pero ella no pudo. Una pequeña parte en su pecho no la dejo. Por su madre tendría que cambiar de escuela. Cassie lo pensó. Nuevos pasillos, taquillas nuevas, aulas nuevas, mesas nuevas, pensaba. Nuevos rostros que ver en lugar de los amigos que había conocido desde la secundaria.

 Oh, no podía ser verdad. Cassie no le había gritada a su madre esa tarde, y ella tampoco la había abrazado a ella. Ella solo se acerco en silencio a la ventana y se sentó, y ahí es donde había estado desde entonces, mientras la luz se desvanecía lentamente y el cielo se volvía rosa salmón y luego violeta y negro. Paso un largo tiempo antes de que se fuera a la cama. Y fue entonces que se dio cuenta que había olvidado la pieza calcedonia de la suerte. Ella se acerco, la tomo y la deslizo bajo su almohada.

Portia detuvo a Cassie y a su madre cuando esperaban para alquilar un coche. –¿Se van a casa?–, dijo. Cassie sujeto bien su bolso. Ella no quería que Portia se enterara de que viviría en Nueva Inglaterra. No quería que Portia supiera su infelicidad, sería como darle una sensación de triunfo. Cuando la miro, hizo el intento de poner la mejor de las sonrisas, –Si–, dijo ella, y rápidamente la dirigió una mirada a su madre que estaba recargada en la puerta del auto, organizando las cosas en el asiento trasero.

–Pensé que estarías hasta el próximo fin de semana–.

 –Hemos cambiado de idea–, ella miro la frialdad de los ojos de Portia, –No es que no haya tenido un buen tiempo. Ha sido divertido–, añadió Cassie rápida y tontamente.

Portia movió su cabello color paja fuera de su frente, –Quizá deberías alejarte de la costa– dijo ella, –A los de aquí no les gustan los mentirosos– Cassie abrió la boca, pero luego volvió a cerrarla, sus mejillas estaban ardiendo.

Así que supo sobre la mentira de la playa. Este era el momento para uno de esos planes devastadores que había pensado hacerle a Portia y, por supuesto, no podía decir ni una palabra. Ella mantuvo sus labios cerrados.

–Que tengas un buen viaje–, dijo Portia y después de lanzarle una última mirada fría, le dio la espalda.

 –¡Portia!– el estomago de Cassie tenía un nudo por la tensión, la vergüenza y la ira, pero no podía dejar pasar esta oportunidad, –Antes de irme. ¿Podrías decirme una cosa?–. –¿Qué?– –No puedo cambiar nada ahora, pero yo quería saber.si tu sabias su nombre–.

 –¿El nombre de quién?– Cassie sintió una nueva oleada de sangre en sus mejillas, pero ella insistió, ––Su nombre. El del chico pelirrojo. El de la playa–. Sus ojos vacilaron. Y luego miraran directamente a Cassie, con las pupilas dilatadas. Mirando dentro de esos ojos, Cassie pudo ver que no tenia esperanza. Ella tenía razón.

 –¿Qué chico pelirrojo en la playa?– dijo Portia tranquila, y entonces ella se volvió sobre su talón izquierdo, de nuevo, y se fue. Esta vez Cassie la dejoir.

Verde. Eso es todo lo que había en el lado norte de la costa. Había un bosque a ambos lados de la carretera. En California habría tenido que ir a un parque nacional para ver arboles tan altos.

 –Esos son arces de azúcar–, dijo su madre con una alegría forzada, Cassie giro la cabeza y miro los árboles, –Y esos árboles pequeños son arces rojos, se vuelven de color rojo en otoño y lucen muy lindo en la puesta de sol. Solo espera y veras–. Cassie no respondió. Ella no quería ver los árboles en otoño, porque ella no quería estar aquí en ese momento. Pasaron a través de Boston y condujeron hacia la costa, la costa norte, se corrigió Cassie ferozmente, y miro los pintorescos pueblos, los embarcaderos y las playas rocosas.

Ella sospecho que estaban tomando la ruta escénica y sintió un resentimiento arder en su pecho. ¿Por qué no podían simplemente llegar y ya? –¿No hay una manera más rápida?, preguntó, abriendo la guantera y sacando el mapa que les dieron en la empresa de alquiler de coches, –¿Por qué no tomamos la ruta 1 o la Interestatal 95?–.

Su madre tenía la vista fija en la carretera, –Hace mucho que no vengo por aquí, Cassie. Esta es la ruta que conozco–. –Pero si podemos tomar un atajo si vas por ahí–. Cassie vio como pasaban la salida.

 –Bueno, no–, dijo ella. De todos los lugares de Massachusetts, Salem era el único que tal vez pudiera querer conocer. Su macabra historia le subió un poco el ánimo, –Es ahí donde quemaron a las brujas, ¿no?–.

 –Ellos no quemaron a nadie, sino que los colgaron. Y no eran brujas. Solo fue gente inocente a la que sus vecinos rechazaban–, la voz de su madre era cansada y paciente. –Y Salem era un nombre muy común en la época colonial, viene de Jerusalem–.

Cassie miro el mapa, –¿Dónde está ese pueblo de todos modos? No está en el listado–. Hubo un breve silencio antes de que su madre respondiera.

–Es una pequeña ciudad, no es muy común que la muestren en los mapas. Sin embargo, esta en una isla–.

–¿Una isla?–. –No te preocupes, hay un puente para llegar–. Pero todo lo que Cassie podía pensar era, una isla. Voy a vivir en una isla. En un pueblo que ni siquiera está en el mapa. La carretera estaba sin marcar.

La Sra. Blake giro el auto y cruzaron el puente, y entonces estaba la isla. Cassie había esperado que fuera pequeña, y su espirito se alegro un poco cuando vio que no lo era. Había tiendas, no solo las típicas para turistas, agrupadas en lo que debería ser el centro de la ciudad. Había un Dunkin' Donuts y la casa internacional del panque, con un cartel que proclamaba la gran abertura. En el frente había alguien disfrazado en un panque gigante bailando.

 Cassie sintió el nudo de su estomago aflojarse. Cualquier ciudad con un panque gigante bailando no podía ser tan mala, ¿o sí? Pero entonces su madre giro en otra dirección, hacia un camino solitario y detrás de la ciudad. Deben ir a las orillas de la ciudad, comprendió Cassie.

Ella podía ver el sol gigante reflejándose en las ventanas de las casas. Ella las vio acercándose, al principio inquieta, después ansiosamente y al final con consternación. Era viejo. Espantosamente viejo, no viejo y elegante, muy antiguo. Y aunque algunas casas se encontraban en buen estado, otras parecía como si fueran a caer en pedazos en cualquier momento.

 Por favor que sea esa, pensó Cassie mientras veía una bonita casa de color amarillo con varias torres y ventanales. Pero su madre siguió manejando, y paso la siguiente casa, y la siguiente. Y entonces solo quedaba una casa a la izquierda, la ultima casa del acantilado y el auto fue en dirección a ella. Cassie la miraba a medida que se acercaban.

 El camino de la entrada tenia forma de T, con una parte dando hacia la carretera y otra hacia la casa. Tenía un techo con una pendiente pronunciada, con pequeñas ventanas colocadas irregularmente, los vidrios brillaban como diamantes. Estaba pintada solo con color gris, parte.

 La parte frontal tal vez era del mismo color gris, aunque estaba pelada. Las dos chimeneas que tenía lucían inestables, y el tejado parecía hundido. Las ventanas estaban colocadas de manera irregular, y la mayoría parecía como si no hubieran sido lavadas en años. Cassie miraba en silencio.

Ella nunca había visto una casa tan deprimente en su vida. Esta podría ser la primera. –Bueno–, dijo su madre, en un tono de forzada alegría cuando se detuvo en la entrada para los autos, –Esta es la casa donde crecí. Estamos en casa–.

Cassie no podía hablar. La burbuja de horror, furia y resentimiento dentro de ella comenzó a crecer y crecer, hasta que creyó que iba a explotar.
Capitulo 4.
Su madre aun estaba hablando en ese tono falso de alegría, pero Cassie solo podía escuchar fragmentos de lo que decía. –Original después de la revolución, es un trozo de historia–. Y siguió y siguió. Cassie se recupero y abrió la puerta del coche para poder tener una vista mejor de la casa. Mientras más la veía, peor le parecía. Su madre estaba diciendo algo sobre un tragaluz en la puerta, con voz rápida y sin aliento, –Rectangular, no en forma de arco como fueron después–. –¡Lo odio!– grito Cassie interrumpiéndola, su voz sonó demasiado alta en el silencioso lugar, sorprendentemente alta. Ella no hablaba del tragaluz, aunque también lo odiaba. –¡Lo odio!– dijo de nuevo. Hubo un silencio de su madre que estaba tras ella; pero Cassie no se volvió para verla; ella estaba mirando la casa, la fila de sucias ventanas sin lavar, la enorme y horrible entrada y ella estaba temblando, –Es lo más feo que he visto, la odio. Quiero irme a casa. ¡Quiero irme a casa!–. Se volvió para ver la cara pálida de su madre y se puso a llorar. –Oh, Cassie– la Sra. Blake se acerco hacia Cassie, –Cassie, cariño– Había lagrimas en sus propios ojos, y Cassie se sorprendió en su expresión. Era una mirada de odio y de miedo, tan grande como la que Cassie sentía. –Cassie, cariño, escúchame–, dijo. –Si realmente no quieres estar aquí–. Se detuvo. Cassie seguía llorando, pero escucho un ruido detrás de ella. Al girarse vio la que puerta de la casa estaba abierta. Una anciana con el pelo gris estaba de pie en el umbral, apoyándose en un bastón.
Cassie se volvió. –¿Mamá?– digo suplicante. Pero su mamá estaba mirando la puerta. Y lentamente, una mirada de resignación apareció en ella. Cuando volvió a mirar a Cassie, la falsa alegría había vuelto a su voz, –Esa es tu abuela, querida–, dijo, –No la hagamos esperar–. –Mamá–, susurro Cassie. Fue un ruego desesperado. Los ojos de su madre se habían puesto opacos. –Vamos, Cassie–, dijo ella. Cassie tuvo la idea de meterse en el coche y encerrarse, hasta que alguien pudiera venir a rescatarla. Pero el mismo agotamiento que había inundado a su madre pareció descender también sobre ella. Estaremos aquí. No hay nada que pueda hacer al respecto. Ella cerró la puerta del coche y camino en silencio siguiendo a su madre hacia la casa. La mujer que estaba de pie en la puerta era muy anciana. La edad suficiente para ser su bisabuela, mínimo. Cassie intento detectar alguna semejanza entre ella y su madre, pero no pudo encontrar ninguno. –Cassie, esta es tu abuela Howard–. Cassie se las arreglo para murmurar algo. La anciana con el bastón dio un paso al frente, fijando sus ojos en Cassie. En ese momento un extraño pensamiento cruzo por la mente de Cassie: Ella va a ponerme en el horno. Pero luego sintió sus brazos alrededor de ella, un sorprendentemente fuerte abrazo. Mecánicamente ella levanto sus brazos hacia ella en un gesto de respuesta. Su abuela la hizo hacia atrás para poder verla mejor. –¡Cassie! Por fin. Después de todos estos años–. Primero, Cassie la miro con desconcierto, y después con una mezcla de preocupación y esperanza. –Por fin–, susurro de nuevo, como si hablara con ella misma. –Es bueno verte de nuevo madre–, dijo la madre de Cassie, entonces, tranquila y formalmente sus ojos pasaron de Cassie a su madre.
–Alexandra, Oh, querida, ha sido demasiado tiempo–, las dos se abrazaron, pero un indefinible aire de tensión se mantuvo entre ellas. –Pero estamos todos afuera. Entren, entren, ambas–, dijo su abuela parpadeando, –Me temo que el lugar está muy gastado, pero he elegido las mejores habitaciones para ustedes. Vamos a enseñarte la tuya Cassie–. Por el desvanecimiento de la luz del sol, el lugar parecía una caverna, estaba muy oscuro. Y todo lucia en mal estado, desde la tapicería de las sillas, hasta la alfombra oriental y las plantas. Subieron las escaleras lentamente, con la abuela de Cassie apoyándose en la barandilla. Las tablas crujían bajo los pies de Cassie y las lámparas en las paredes no alumbraban mucho. Una de nosotras debería sostener un candelabro, Cassie pensó. En cualquier momento espera verse estacada por alguien corriendo hacia ella por el pasillo. –Esas lámparas las coloco abuelo–, se disculpó la abuela, –Insistió en hacerlo el mismo. Aquí está tu habitación Cassie, espero te guste el rosa–. Cassie sintió ampliar sus ojos en cuanto su abuela abrió la puerta. Era como un dormitorio situado en un museo. Había una cama con un dosel color rosa. Había sillas con altos respaldos tallados en color rosa, En lo alto de la chimenea había un candelabro, un reloj chino y muchas otras cosas, todo era brillante. Todo era hermoso, pero tan grande. –Puedes poner tu ropa aquí, es un baúl de caoba solida– La abuela de Cassie estaba diciendo. –El diseño se llama Bombe, y se hizo aquí en Massachusetts, es el único lugar en la colonia donde lo producen–. ¿Colonias?, Cassie pensó ferozmente, mirando fijamente el pergamino decorativo del baúl. –Y este es tu tocador y tu armario. ¿Has mirado por las ventanas? Pensé que tal vez querrías estar una esquina de la casa para poder ver el sur y el este–. Cassie miro. A través de la ventana podía ver la carretera. Y parte del océano, que ahora estaba de un gris malhumorado bajo el cielo oscurecido,
exactamente como Cassie se sentía. –Dejare que te instales–, dijo la abuela de Cassie, –Alexandra, te he dado la habitación verde, del lado opuesto del vestíbulo–. La madre de Cassie le dio un tímido apretón en el hombro. Y luego Cassie estuvo sola. Sola con el montón de muebles rosas y la fría chimenea. Se sentó cautelosamente en una silla, porque tenía miedo de la cama. Pensó en su dormitorio en casa, con sus muebles blancos, sus posters del fantasma de la opera, su nuevo reproductor de Cd de había comprado con el dinero de cuando trabajo de niñera, su repisa -que ella misma había pintado de color azul- para mostrar su colección de unicornios -de vidrio soplado, cerámica, peltre, etc. En casa, Clover había dicho que Cassie era como un unicornio, tímido y de ojos azules y diferente de todos lo demás. Todo eso ahora parecía pertenecer a su antigua vida. Ella no sabía cuando tiempo había estado sentada, pero después de un rato se encontró con la pieza de calcedonia en su mano. Ella debió haberla sacado de su bolsillo, y ahora se aferraba a ella. Si estas en algún problema, ella pensó y una oleada de nostalgia se apodero de ella. Que después fue seguida de una oleada de furia. No seas estúpida, se dijo bruscamente. No estás en peligro. Y la roca no podría ayudarte. Tenía el impulso de deshacerse de ella, pero en vez de eso, la froto contra su mejilla, sintiendo la sensación del frio y la suavidad de los cristales. Se hizo recordar cómo había sido su suave tacto, la forma en que le había traspasado el alma. Audazmente, froto el cristal contra sus labios y sintió un repentino palpitar en todos los lugares en su piel que había tocado. Pudo sentir sus dedos en su palma. Su muñeca recordó el roce de sus dedos y después cerró los ojos al recordar aquel beso. ¿Qué se sentiría si sus labios besaran justo en donde ponía el cristal? Ella dirigió la piedra fresca a sus labios, bajo por su garganta y la situó en su corazón, donde estaban sus fuertes latidos. Casi podía sentir que la besaba, como ningún chico, casi podía imaginar que sus labio realmente estaban ahí. Y lo permitiría, aunque no se lo permitiera a nadie más.yo confiare en ti. Pero lo había dejado. De repente, con un choque, recordó eso. Ella lo había dejado y se había ido, igual que el hombre más importante en la vida de Cassie.
Cassie rara vez pensaba en su padre. Ella rara vez se lo permitía. Él se había ido cuando ella era muy pequeña y la dejo a ella y su madre solas. La madre de Cassie le dijo a la gente que se había muerto, pero Cassie sabía la verdad: que él se había ido. Tal vez el ya está muerto, o tal vez estaba en otro lugar con otra familia, con otras hijas. Ella y su madre no sabían. Y aunque su madre nunca habla de él a menos que alguien pregunte, Cassie sabía que le había roto el corazón a su madre. Los hombres siempre te dejan, pensó Cassie con dolor en la garganta. Y ahora estoy aquí.sola. Si tan solo tuviera alguien con quien hablar.una hermana, o alguien. Con los ojos aun cerrados, dejo caer en su regazo la mano que sostenía la piedra. Ella estaba tan agotada de tantas emociones que ni siquiera podía levantarse para irse a la cama. Simplemente sentada allí, en la soledad, su respiración se fue calmando y se quedo dormida. Esa noche Cassie tuvo un sueño- o tal vez no era un sueño. Ella soñó que su madre y su abuela entraban en la habitación silenciosamente, casi deslizándose encima del suelo. En el sueño ella era consciente de ellas, pero ella no podía moverse cuando ellas la levantaron y la pusieron sobre la cama, mirándola. Los ojos de su madre estaban muy oscuros. –Pequeña Cassie–, dijo su abuela con un suspiro, –Por fin, pero que lastima–. –¡Shhh!– su madre dijo bruscamente, –Ella podría despertar– Su abuela suspiro de nuevo. –Pero no puedes ver que es la única manera–. –Si–, dijo su madre, con voz vacía y admitió, –Se que no se puede escapar del destino. No debí haberlo intentado–. Eso es justo lo que yo pienso, Cassie pensó conforme el sueño se iba desvaneciendo. No se puede escapar del destino. Vagamente pudo ver a su madre y a su abuela caminando hacia la puerta y pudo oír el susurro de sus voces. Ella no podía decir nada, pero pudo hacer un sonido seseante. –El sacrificio–.
Ella no estaba segura de saber cuál de las mujeres lo había dicho, pero hizo eco una y otra vez en su mente. Aun cuando la oscuridad la envolvió, ella podía escucharlo. Sacrifico.Sacrificio.Sacrificio. Era por la mañana. Ella estaba tumbada en la cama y la luz solar entraba por la ventana del lado oriente. Hacía ver la habitación rosa como un pétalo que se abrió al sol. Cálido y brillante. En algún lugar fuera un pájaro cantaba. Cassie se sentó. Tenía un confuso recuerdo de algún sueño, pero era débil y vago. Tenía la nariz irritada -probablemente de tanto llorar- y se sentía un poco mareada, pero no realmente mal. Ella se sentía como después de haber pasado por una enfermedad y después haber tenido un descanso reparador, se sentía extrañamente pacifica. La tranquilidad después de la tormenta. Ella se vistió. Justo en el momento en que iba a dejar la habitación vio la pieza de calcedonia en el suelo y la guardo en su bolsillo. Nadie parecía estar despierto. Incluso aunque era de día el pasillo estaba oscuro, solo alumbrado tenuemente por las ventanas. Cassie estaba tiritando mientras caminaba hacia el vestíbulo de abajo, las lámparas de la pared parpadeaban. Abajo había más luz. Pero había tantas habitaciones que cuando ella estaba explorando termino perdida. Por ultimo terminó en el pasillo del frente y decidió salir. Ella no sabía porque, pero quería explorar el pueblo. Sus pies la llevaron hacia abajo por la larga carretera, pasando las casas. Era demasiado temprano, no había nadie afuera. Y finalmente terminó en la casa color amarillo con las torres. En lo alto de una torre, la ventana estaba brillando. Cassie esta mirándola, preguntándose porque, cuando vio movimiento en la ventana de abajo, la más próxima a ella. Era una biblioteca o un estudio, y de pie dentro, había una chica. La muchacha era alta y esbelta, con una increíble cascada de pelo largo que ocultaba su rostro, como si se hubiera
agachado a ver algo en el escritorio que estaba frente a la ventana. Por ese cabello, Cassie no podía quitarle los ojos de encima. Era como la luz de la luna y la luz solar entrelazadas y era natura. No tenía oscuras raíces. Cassie no había visto nunca algo tan hermoso. Estaba tan cerca, Cassie estaba de pie justo detrás de la rejilla de la ventana, y la chica estaba de pie dentro, justo frente a ella, pero mirando hacia abajo. Cassie vio, fascinada, lo que la chica estaba haciendo en el escritorio. Las manos de la chica se movían con gracia, moviendo algo en un caldero. ¿Especias? Seo lo que sea, la chica daba movimientos rápidos y hábiles con sus manos delgadas y bonitas. Y Cassie sintió la sensación.Si la chica mira hacia arriba, pensó. Si solo mira fuera de su ventana. Una vez que lo hiciera, entonces.algo pasaría. Cassie no sabía qué, pero su piel se había erizado. Ella tenía la sensación de una conexión con la chica.de parentesco. Si la chica solo mira hacia arriba. Tira una piedra en la ventana. Cassie fue en busca de una piedra cuando vio movimiento de nuevo. La chica de pelo brillante se había girado como si alguien la hubiera llamado de dentro de la casa. Cassie tuvo la visión de un su hermoso rostro, pero solo por un breve instante. Entonces la chica se había girado completamente y se apresuraba por la habitación con su hermoso pelo ondeando tras ella. Cassie dejo salir su aliento. Hubiera sido estúpido de todos modos, se dijo así misma al caminar de regreso a casa. Tirarles piedras a los vecinos. Pero la sensación aplastante de decepción seguía presente. Sentía que no tendría otra oportunidad ni el valor para presentarse a la chica. Cualquier chica con hermoso cabello no era del tipo de amigas de Cassie. Sin duda ella tenía un grupo de amigo más allá de la órbita de Cassie. La parte más antigua de la casa lucia aun peor bajo la fuerte luz del sol. Desconsolada, Cassie camino a la deriva, hacia el acantilado y luego miro hacia abajo, al océano. Azul. Un color tan intenso que no sabía cómo describirlo. Ella vio el agua chocar contra una roca oscura y sintió.emoción. El viento soplaba y de nuevo hacia ondear su cabello, y el sol comenzaba a salir, haciendo lucir
brillantes las olas. Sentía.un parentesco, de nuevo. Como si algo le estuviera hablando a su sangre, a algo profundo en su interior. ¿Era sobre la chica? ¿O sobre este lugar? Ella sentía que casi podía comprenderlo. –¡Cassie!– Asustada. Cassie miro alrededor. Su abuela la llamaba desde la puerta de la casa. –¿Estás bien? Por el amor de Dios, ¡Aléjate de la orilla!–. Cassie miro hacia abajo y sintió una oleada de vértigo. Sus dedos estaban casi fuera del acantilado. –No me di cuenta de que estaba tan cerca–, dijo retrocediendo. Su abuela la miro y luego asintió, –Bueno, ven ahora y te hare algo de desayunar–, dijo –¿Te gustan los panqueques?–. Sintiéndose un poco tímida, Cassie asintió. Ella tenía un recuerdo vago del sueño que la había hecho sentir incomoda, pero definitivamente se sentía mejor esta mañana que como se sentía ayer. Ella siguió a su abuela a través de la gruesa y antigua puerta. –La puerta original de la casa–, explico su abuela. Ella no parecía tener problemas con su pierna hoy, noto Cassie. –Es extraño que la puerta de a la cocina, ¿no? Pero así es como se hacían las cosas en aquellos días. Siéntate mientras hago los panqueques–, Pero Cassie estaba de pie asombrada. Nunca había visto una cocina así. Había un refrigerador, horno de microondas, pero el resto parecía como de una película. Dominaba en la habitación una chimenea tan grande como un armario, y aunque no estaba prendida, la gruesa capa de cenizas en el fondo demostraba que a veces era utilizada. Colgando de ella, había olla de hierro, encima había flores que despedían una agradable fragancia. En cuando a la mujer frente a la chimenea. Las abuelas se suponen que deben ser rosadas y acogedoras, pero esta mujer era inclinada, con su pelo canoso y un lunar prominente en su mejilla. Cassie la miro cuando tomo una olla y se puso a remover, mientras murmuraba, –Doble, doble, trabajo y problema–.
Inmediatamente en cuanto tuvo este pensamiento se sintió avergonzada. Es tu abuela, se dijo ferozmente. Su única familiar viva a demás de su madre. No es tu culpa que sea vieja y fea. Así que no solo te quedes sentada. Di algo bueno. –¡Oh, gracias!– dijo mientras su abuela colocaba un humeante plato de panqueques frente a ella. Luego añadió: –Hum, ¿Son flores secas las de la chimenea? Huelen bien–. –Lavanda e hisopo–, dijo su abuela. –Cuando hayas terminado de comer te mostrare mi jardín, si lo deseas–. –Me encantaría–, dijo Cassie, era verdad. Pero cuando su abuela la llevo fuera después de haber terminado de comer, la escena era muy diferente de cómo Cassie se hubiera imaginado. Había flores, pero la mayor parte del –jardín– solo parecía maleza y arbustos, fila tras fila, abandonado por malas hierbas y arbustos. –Oh, qué bien–, dijo Cassie, tal vez si es vieja y fea después de todo. –Que plantas tan.inusuales–. Su abuela de dirigió una rápida mirada divertida, –Son hierbas–, dijo. –Aquí, este es bálsamo de limón. Huele–. Cassie tomo la hoja en forma de corazón, arrugada como una hoja de menta, pero un poco más grande y olio. Tuvo el olor a el limón recién pelado, –Es bueno–, dijo sorprendida. –Y este es Alazán francés. Prueba– Cassie tomo cautelosamente la redonda y pequeña hoja. El sabor era fuerte y refrescante. –Sabe bien, como agrio– dijo mirando a su abuela, que sonrió. –¿Cuáles son esas?– dijo Cassie señalando a unas flores de color amarillo brillante. –Eso es tansy. Las que parecen margaritas blancas son feverfew, sus hojas son buenas para las ensaladas–. Cassie estaba intrigada, –¿Qué hay de esas?– señalo unas flores de color
cremoso que estaban en otros arbustos. –Madreselva, Solo las tengo porque huelen bien. Las abejas la adoran, al igual que las mariposas. En primavera parece la Gran Estación Central por aquí–. Cassie se estiro para tomar una delicada flor y luego se detuvo. –¿Podría tomar alguna para mi habitación? Claro, si no te importa–. –Oh, por dios, puedes tomar las que quieras. Para eso están aquí–. Ella no era realmente fea y vieja, Cassie pensó mientras tomaba una de las flores cremosas. Ella solo es diferente. Diferente no necesariamente significa malo. –Gracias abuela–, dijo cuando volvieron a casa. Luego abrió la boca para preguntar acerca de la casa amarilla, y sobre quien vivía ahí. Pero su abuela estaba cogiendo algo que estaba a un lado del microondas. –Aquí, Cassie. Esto llego por correo para ti el día de ayer–. Le entrego a Cassie dos folletos encuadernados, uno rojo y otro blanco. Manual de padres y estudiantes de la Escuela Secundaria Nueva Salem. El otro decía, Programa de estudios de la Escuela Secundaria Nueva Salem. ¡Oh, Dios mío!, pensó Cassie, la escuela. Nuevos pasillos, nuevas taquillas, nuevas aulas, nuevas caras. Había un pedazo de papel entre los folletos, el horario de las clases. Y debajo de eso su nombre, con la dirección como Número 12 de Crowhaven Road, Nueva Salem. Su abuela podría no ser tan mala como pensaba, incluso la casa no podría ser tan horrible. ¿Pero que hay sobre la escuela? ¿Cómo podría ella enfrentar se a la escuela aquí, en Nueva Salem?

Capitulo 5
El suéter gris o el azul y blanco, esa era la cuestión. Cassie estaba de pie frente el espejo con marco dorado, poniendo uno sobre ella y luego poniendo el otro. El suéter azul, decidió, el azul era su color favorito, del mismo color que sus ojos. Los querubines tallados en la parte superior del espejo sonreían, parecían estar de acuerdo en su aprobación. Ahora que era el primer día de escuela, Cassie descubrió que estaba entusiasmada. Por supuesto, también estaba nerviosa, pero no sentía ese desesperado temor que había previsto sentir. Había algo interesante en comenzar la escuela en un nuevo lugar. Era como empezar su vida de nuevo. Tal vez debería adoptar una nueva personalidad. En casa, sus amigos probablemente la describirían como –bonita, pero tímida– o –divertida, pero del tipo callada–. Pero aquí nadie sabía eso. Tal vez este año podría ser Cassie la extrovertida, o Cassie la chica fiesta. Incluso podría llegar a ser suficientemente buena para la chica del pelo brillante. El corazón de Cassie latió más deprisa por ese pensamiento. Pero todo depende las primeras impresiones. Es fundamental tener un buen comienzo. Cassie se puso el suéter azul ansiosamente y miro su reflejo en el espejo. Deseaba poder hacer algo con su cabello. Tenía poco y era suave y un poco ondulado, era bonito, pero ella deseaba poder hacer algo más dramático con él. Como la chica de la revista que estaba abierta en su tocador. Ella la había comprado la semana pasada para ver específicamente la nueva moda para cuando regresara a la escuela. Ella no había tenido el valor de pasar de nuevo por la casa amarilla, a pesar de que había pasado lentamente en el Volkswagen Rabbit de su abuela con la esperanza de encontrarse a la chica "accidentalmente". Si, mañana arreglaría su cabello como la chica de la revista, decidió.
Justo cuando estaba a punto de marcharse, algo en la página opuesta de la revista le llamo la atención. Los horóscopos. Su signo de nacimiento, Cáncer, empezó a buscarlo. Automáticamente sus ojos se fijaron en el artículo junto a su signo. Esa sensación de inseguridad te invade de nuevo. ¡Es hora de pensar positivo! Si eso no funciona, recuerda que nada es para siempre. Trata de no tener problemas con tus relaciones personales. Ya tienes suficientes de las que encargarte. Los horóscopos son basura, Cassie pensó y cerró la revista con fuerza. Su madre siempre le había dicho eso, –sensación de inseguridad–, diciéndole que la gente que se sentía insegura terminaba creyendo eso, que era alguien insegura. No había nada sobrenatural sobre eso. Pero si ella no creía en lo sobrenatural, ¿Qué hacia la pieza de calcedonia en el compartimiento de su mochila? Apretando la mandíbula, ella la saco y la puso en su caja de joyería, luego bajo a decir adiós. La escuela era un impresionante edificio de tres pisos de ladrillo rojo. Tan impresionante que, después de haber estacionado el Rabbit de su abuela tenía miedo de acercarse. Había varios caminos que llevaban hasta la colina y finalmente se convenció a si misma de tomar uno. Cuando estuvo arriba, tenía la garganta cerrada y solo miraba. Dios, parecía una universidad o algo. Como un museo histórico. En la piedra del frente se leía; Nueva Escuela Secundaria de Salem. Y debajo de eso decía: Pueblo de Nueva Salem, incorporado en 1693. ¿Cuántos años tiene este pueblo? ¿Trescientos años? En Reseda, los edificios más viejos eran de al menos cincuenta años. No soy tímida, se dijo Cassie a sí misma, obligándose a si mismo hacia ir adelante. Yo soy Cassie Confianza. Un rugido increíblemente fuerte la hizo alzar la cabeza y se movió rápidamente, justo a tiempo de evitar ser atropellada. Con el corazón latiendo de prisa se quedo de pie, parpadeando, mientras veía lo que casi le
golpeo. Era una motocicleta en el carril de las bicicletas. Pero lo más sorprendente era que la conductora era una chica. Ella vestía unos ajustados pantalones negros y una chaqueta de motociclista y su cuerpo se veía atlético. Pero cuando la chica estaciono su motocicleta y se giro, Cassie pudo ver que tenía un rostro bonito, enmarcado por rizos oscuros, pero estropeado por una expresión malhumorada. –¿Qué estas mirando?–, exigió la chica de repente. Cassie la miro. Ella supuso que la estaba mirando. La chica dio un paso a delante y Cassie dio uno hacia atrás. –Lo siento, no quería–. Ella trato de desviar la mirada, pero era difícil. La chica llevaba un top de medio torso negro y pequeño y pudo ver un pequeño tatuaje de una luna creciente. –Lo siento–, dijo de nuevo inútilmente. –Espero que así sea. Aléjate de mi vista, ¿entendiste?– Tu eres la que casi me atropella, pensó Cassie. Pero ella asintió rápidamente, y para su alivio la chica se alejo. Dios, que horrible manera de comenzar el primer día de escuela, pensó Cassie mientras se apresuraba hacia la entrada. Qué persona tan horrible para ser la primera con la que hablo. Bueno, al menos después de un inicio así, las cosas pueden mejorar. Todos los adolescentes estaban saludándose unos a otros, gritando hola y las chicas abrazándose. Eran muchos chicos entusiasmados y todos parecían conocerse. Excepto Cassie. Ella miraba el nuevo corte de pelo de los chicos, la nueva ropa de las chicas, oliendo el aroma de los diferentes perfumes, y sintiéndose más sola que nunca. Mantente en movimiento, se dijo a sí misma con severidad. No te quedes de pie como la típica chica intentando encontrar su primera clase. Tal vez podrías encontrar a alguien que este solo y hablar con él. Tienes que verte extrovertida para que la gente crea que lo eres. En su primera clase tuvo que escribir para la publicación de la escuela, era
un electivo, y Cassie estaba agradecida de tenerlo. A ella le gusto la escritura creativa, y en el programa de estudios decía que la clase tenía oportunidades para su publicación en la revista literaria de la escuela y el periódico. Ella había trabajado en el periódico en su antigua escuela, quizá también podría aquí. Por supuesto, el programa también decía que debías firmar -para poder hacer un escrito para la publicación- antes de la primavera anterior, y Cassie aun no lograba entender cómo es que su abuela había firmado por ella antes de que comenzara la escuela. Tal vez su abuela tuviera trato especial por parte de la administración o algo así. La habitación estaba llena y todos parecían tener alguien con quien hablar. Nadie se fijo en Cassie. Comenzó hacer garabatos ferozmente en la parte frontal de su cuaderno, tratando de parecer totalmente ocupada con eso, tratando de parecer como si ella no fuera la única que se sentaba sola en la clase. –Eres nueva, ¿no?– El chico que estaba delante de ella se había girado completamente. Su sonrisa era amable, y también deslumbrante y ella tuvo la sensación de que él también sabía que era deslumbrante. Su cabello era castaño rojizo y rizado, y estaba claro que cuando se pusiera de pie sería muy alto. –Eres nueva– dijo de nuevo. –Si–, dijo Cassie y se sintió furiosa al escuchar fallar su voz. Pero este chico era guapo. –Me llamo Cassie Blake y me acabo de mudar de California–. –Yo soy Jeffrey Lovejoy–, dijo el. –Oh–, dijo Cassie tratando de parecer como si hubiera oído hablar de él antes, ya que parecía que el así lo esperaba. –Centro en el equipo de baloncesto–, dijo. –Y también el capitán–. –Oh, qué bien– Oh, que estúpida. Debió haber dicho algo mejor que eso. Sonaba estúpido. –Quiero decir, debe ser realmente interesante–.
–¿Estas interesada en el baloncesto? Tal vez podríamos hablar de él alguna vez–. De repente Cassie se sintió muy agradecida con él. El estaba ignorando su torpeza. Bueno, tal vez a él le gustaba ser admirado, pero ¿Cuál es la diferencia? Había sido agradable con ella, y sin duda mejoraría su estatus si era vista alrededor del campus con él. –Eso sería genial– dijo, deseando poder encontrar otro adjetivo, –Quizás.tal vez en el almuerzo–. Una sombra cayó sobre ella. O al menos así fue como se sintió. En cualquier caso sintió una presencia a su lado, una presencia que hizo desvanecer su voz cuando alzo la vista, sus ojos se ampliaron. Una chica estaba de pie allí, la chica más llamativa que Cassie había visto nunca. Una grande y hermosa chica, alta y voluptuosa. Su cabello era negro, su tono de piel pálido e irradiaba confianza y poder. –Hola, Jeffrey–, ella dijo. Con voz baja, vibrante y casi ronca. –Faye–. La voz de Jeffrey, por el contrario fue notablemente entusiasta. El se veía tenso. –Hola–. La chica se inclino sobre él, con una mano detrás de su silla y Cassie capturo el aroma de su perfume embriagador. –No te vi mucho en las vacaciones de verano–, dijo. –¿Dónde estuviste?–. –Por ahí–, dijo Jeffrey ligeramente. Pero su sonrisa era forzada y ahora todo su cuerpo estaba tenso. –No puedes esconderte por ahí ni nada por el estilo"– Faye se acerco mas. Ella estaba llevando una blusa con los dos hombros al descubierto. Dejo una gran cantidad de piel expuesta justo a la altura de los ojos de Jeffrey. Pero era su rostro el que Cassie no podía dejar de ver. Tenía una sensual boca y unos extraordinarios ojos color miel, que parecían brillar con una extraña luz dorada. –Sabes, hay una nueva película de horror en el Capri esta semana–. Dijo ella, –Me gustan las películas de horror, Jeffrey–. –Puedo tomarlos o dejarlos por mi mismo– dijo Jeffrey.
Faye se río entre dientes, un rico y perturbador sonido. –Quizá no la has visto con la chica correcta–, murmuro ella, –En las circunstancias adecuadas, creo que puede ser muy.estimulante–. Cassie sintió como se ruborizaba, aunque apenas sabia porque. Jeffrey la miraba fascinado, pero también con miedo. Como un conejo en una trampa. –Iba a ir con Sally a Gloucester este fin de semana–, comenzó el con la voz tensa. –Bueno, solo tienes que decirle a Sally.que algo surgió–, dijo Faye mirándolo a los ojos. –Puedes pasar por mí el sábado por la noche a las siete–. –Faye, yo–. –Oh, y no llegues tarde, ¿está bien?, odio cuando los chicos llegan tarde– En todo ese tiempo, la chica de pelo negro, ni siquiera le dio un vistazo a Cassie. Pero cuando la chica se enderezó para marcharse, lo hizo. La mirada que le dio a Cassie fue astuta, sigilosa, como si fuera consciente de que Cassie había estado escuchando y le hubiera gustado. Luego se volvió de nuevo hacia Jeffrey. –Oh, como sea–, dijo levantando la mano en un gesto de indiferencia que mostro el color rojo de sus uñas, –Ella también es de la carretera Crowhaven–. A Jeffrey se le cayó la mandíbula. El miro a Cassie primero con expresión de shock y luego de disgusto, y a continuación rápidamente se dio la vuelta para quedar de cara a la parte frontal de la habitación. Faye se alejo y tomo asiento en la parte traerá del salón. ¿Qué está pasando?, pensó Cassie salvajemente. ¿Qué diferencia hacia en donde vivía? Todo lo que ahora podía ver de Jeffrey-sonrisa-deslumbrante era su rígida espalda. No tenía tiempo de pensar en nada más porque el maestro estaba hablando. Era un hombre con barba y gafas. Se presentó como Sr. Humphries.
–Y como todos ustedes ya han tenido oportunidad de hablar durante sus vacaciones de verano, ahora les daré la oportunidad de escribir–, dijo el maestro, –Quiero que cada uno de ustedes escriba un poema, ahora mismo, espontáneamente. Vamos a leer en voz alta algunos después. El poema puede ser sobre cualquier cosa, pero si tienen problemas en encontrar un tema, escriban sobre sus sueños–. Hubo gemidos en la clase, que se fueron apagando gradualmente y fue seguido por el silencio y el sonido de las plumas al escribir. Pero Cassie se agacho sobre su cuaderno con el corazón latiendo rápidamente. Un vago recuerdo de su sueño de la semana pasada le paso por la mente, el sueño donde su madre y su abuela estaban de pie junto a ella. Pero ella no quería escribir sobre eso. El quería escribir sobre él. Después de unos minutos ella ya había escrito una línea. Cuando el Sr. Humphries anuncio que el tiempo se había terminado, ella ya tenía el poema y al pensar en poder leerlo se apoderaba de ella la emoción. Era bueno, o al menos así lo pensaba ella. ¿Qué pasaría si el profesor le pedía que lo leyera en voz alta? Ella no quería hacerlo, por supuesto, pero ¿Si alguien en la clase piensa que es bueno y luego quiere hablar con ella? Tal vez le preguntan sobre el chico del poema y entonces podría contarle la misteriosa y romántica historia sobre él. Tal vez podría ganarse la reputación de ser misteriosa y romántica ella misma. Tal vez la chica de la casa amarilla podría oír sobre ella. El Sr. Humphries pidió voluntarios. Y como era de esperarse, nadie levantó la mano.solo uno en la parte trasera de la clase. El profesor dudo. Cassie se giro para ver que la persona que había levantado la mano era la chica de uñas rojas. –Faye Chamberlain–, dijo por fin el Sr. Humphries. Se sentó al borde del escritorio, negándose a ponerse junto al maestro. Cassie sintió la tensión palpable que había llenado la sala, todos los ojos estaban fijos en Faye. Ella hecho su melena hacia atrás de su hombro y se encogió de hombros. Inclinando su cabeza hacia atrás sonrió despacio a la clase y sostuvo el
pedazo de papel. –Este es mi poema– dijo ella con voz perezosa, –Es sobre el fuego–. Conmocionada, Cassie miro hacia abajo, hacia el poema en su propio escritorio. Luego la voz de Faye capto su atención. Yo sueño sobre el fuego- Lenguas de fuego rodeándome Mi cabello ardiendo como una antorcha; Mi cuerpo quemándose para ti. Toca mi piel y tus dedos se pegaran Te pondrás negro como un carbón. Pero morirás sonriendo; Luego serás parte del fuego también. Como toda la clase la miraba, asombrado, Faye saco un fosforo y de alguna manera -Cassie no sabía cómo- lo prendió. Ella toco el papel con el fosforo y este se incendio. Entonces caminando lentamente, se puso de pie delante de Jeffrey Lovejoy y agito suavemente el papel ardiente frente a sus ojos. Aullidos, silbidos y golpes en los pupitres comenzaron a sonar por parte de la audiencia. Muchos de ellos parecían asustados, pero también la mayoría parecía estar emocionada. Algunas chicas parecían como si desearan atreverse hacer algo como eso. Voces empezaron a escucharse, –Ves Jeffrey, ¡eso te pasa por ser tan lindo!–, –¡Bien por ti chico!–, –Cuidado Jeff, Sally va a oír hablar de esto–. Jeffrey estaba sentado con la parte posterior del cuello de color rojo oscuro. Como el pedazo de papel que se estaba quemando en los dedos de ella. Faye se alejo de Jeffrey y tiro el trozo de papel en el basurero de metal del escritorio del maestro. El maestro no retrocedió cuando el basurero se ilumino, y Cassie lo admiro por eso. –Gracias Faye– dijo seriamente, –Clase, creo que podemos llamar a lo que hemos visto como.un ejemplo de poesía concreta. Mañana vamos a estudiar un poco más los métodos tradicionales. La clase ha terminado–.
Faye salió por la puerta. Hubo una pequeña pausa y a continuación toda la clase salió disparada hacia la puerta para poder salir. Jeffrey cogió su cuaderno y se fue. Cassie miro su propio poema. Fuego. Ella y Faye habían escrito sobre la misma cosa. Ella arranco la hoja, la arrugo y la guardo en su mochila. Era demasiado para su sueño de ser misteriosa y romántica. Con una chica como ella alrededor, ¿Quién iba a fijarse en Cassie? Y, sin embargo, parecían tenerle miedo, pensó Cassie. Incluso el maestro. ¿Por qué no le dan detención o algo así? ¿O prender fuego a basureros era normal de Nueva Salem? ¿Y porqué Jeffrey permitía que hiciera eso con él? ¿Y qué importa en donde vivo? Por dios. En el vestíbulo Cassie se convenció a si misma en detener a alguien para preguntar dónde estaba la clase C310. –Es en el tercer piso–, dijo la chica. –Todas las clases de matemáticas lo son. Sube por la escalera–. –¡Atención! ¡Alcen la cabeza, todos!– interrumpió un voz gritando. Algo estaba bajando hacia el vestíbulo, esparciendo a todos los estudiantes, alejándose de su camino. Eran dos. Enmudeció, Cassie vio que eran dos chicos en patines, riendo y pasando por entre la multitud. Cassie tuvo la visión de uno, era de pelo rubio despeinado con ojos verdes, y entonces vio al otro que estaba junto al rubio. Los chicos eran idénticos, solo que uno llevaba una camiseta de Megadeth y el otro una de Motly Crüe. Estaban creando caos por donde pasaban, tirando libros de las personas y agarrando la ropa de las chicas. Cuando ellos llegaron al final del vestíbulo, uno de ellos cogió a una bonita chica pelirroja con minifalda y se la subió hasta el nivel de la cintura. La chica grito y dejo caer su mochila para poder bajar su falda.
–¿Por qué nadie hace nada?–, dijo Cassie. ¿Acaso todos en la escuela están locos?, –¿Por qué nadie los detiene o los echa o algo?– –¿Bromeas? Ellos son los hermanos Henderson–, dijo la chica y se alejo para unirse a otra. Cassie escucho un fragmento de lo que le dijo a la chica; ––ni siquiera sabe sobre el club–, las chicas miraron a Cassie y luego le dieron la espalda y se fueron. ¿Qué club? Esa chica lo había dicho como si fuera algo importante. ¿Qué tienes que ver ese club con romper las reglas de la escuela? ¿Qué clase de lugar es este? La campana sonó y Cassie se dio cuenta de que llegaría tarde a clase. Ella arrojo su mochila sobre su hombro y corrió por las escaleras. Para la hora del almuerzo ella todavía no había intercambiado ningún –hola– con nadie, sin importar cuánto lo intento. Y tampoco había visto a la chica de pelo brillante en ninguna parte, no fue realmente sorprendente considerando la cantidad de pisos y pasillos de esta escuela. En su estado actual de inseguridad, Cassie no se había atrevido a abordar a la chica con la que había hablado antes. Una sensación de tristeza se había asentado en su estomago. Y un vistazo a la cafetería llena de estudiantes la hizo reír nerviosamente y sentir las rodillas débiles. Ella no podía hacerle frente. Ella no tenía el valor. Se abrazo a sí misma y se alejo caminando. Camino a través de la puerta principal. Ella no sabía a dónde iba, tal vez a casa. Pero luego vio el verde césped de la colina. No, ella decidió, voy a comer aquí. Había algunas rocas, pero descubrió que podía sentarse cómodamente en un hueco debajo de la sombra de un árbol. Estaba protegida por la roca de la escuela, y fue como si la escuela no existiera. Podía mirar había abajo y ver la carretera y más allá de ella, pero nadie podía verla a ella.
Ahí sentada, mirando los dientes de león salpicar el césped, la tensión comenzó a disminuir. ¿Y que si no le había ido bien en la mañana? Las cosas podían mejorar esta tarde. El cielo azul claro parecía estar de acuerdo con ella. Y la roca a su espalda -del famoso color granito de Nueva Inglaterra- le dio la sensación de seguridad. Era extraño, pero ella casi podía oír un zumbido en la roca, como el latido de un corazón acelerado. Un zumbido de vida. Si pongo mi mejilla en ella, ¿Qué podría ocurrir? Pensó con una curiosa excitación. Voces la distrajeron, Cassie se arrodillo para mirara por encima de la parte superior de la roca, se tenso. Era esa chica, Faye. Había otras dos chicas con ella, y una de ellas era la motorista que casi la había atropellado en la mañana. La otra era una chica con pelo color rubio fresa, con una pequeña cintura y con los pechos más desarrollados que Cassie había visto nunca en un adolescente. Estaban riendo y paseando dirigiéndose hacia donde estaba Cassie. Voy a levantarme y decir hola, pensó Cassie, pero no lo hizo. El recuerdo de sus inquietantes ojos color miel seguía en su mente. Ella se quedo quieta, esperando que ellas pasaran a su lado sin prestarle atención. En su lugar se sentaron frente a la piedra que cubría a Cassie, escucho como se sentaban y sacaban bolsas de almuerzo. Estaban tan cerca que Cassie podía ver la piedra roja de la gargantilla de Faye. Aunque estaba oculta por la sombra, si se movía podían descubrirla. Estaba atrapada. –¿Alguien nos siguió, Deborah?–, pregunto Faye perezosamente mientras rebuscaba en su mochila. La chica de la moto rio. –Nadie es lo bastante estúpido para intentarlo–. –Bien. Porque esto es secreto. Y no quiero que tu-sabes-quien se entere sobre esto–. Dijo Faye, tomo un taquígrafo portátil con tapa roja y lo puso en sobre su rodilla. –Ahora, veamos. ¿Qué vamos hacer para comenzar este
nuevo año? Pienso que debe ser realmente malo–.

Capitulo 6
–Bueno, esta Jeffrey–, dijo la chica rubia. –Ya he comenzado con el– dijo Faye sonriendo. –Yo trabajo rápido Suzan–. Suzan río. Cuando lo hizo, pudo notar que no traía nada debajo de su suéter color albaricoque. –Aun no veo cual es el punto con Jeffrey Lovejoy–, dijo la chica motociclista. –Tú no ves el punto de cualquier chico, Deborah, ese es el problema–, dijo Suzan. –Y tú problema es que no puedes ver el punto de nada más–, replico Deborah. –Pero Jeffrey es peor que la mayoría. El tiene más dientes que neuronas–. –No son sus dientes lo que me interesa–, dijo Faye cuidadosamente, –¿Con quién vas a empezar, Suzan?–. –Oh, no lo sé. Es muy difícil decidir. Estoy entre Mark Flemming, Brant Hegerwood o David Downey- el está en mi clase de ingles y ha desarrollado un cuerpo de ensueño este verano. Y luego siempre esta Nick–. Deborah gritó, –¿Nuestro Nick? La única manera en que el se fijaría en ti es si tuvieras cuatro ruedas y un embrague–. –Y además, el ya ha sido escogido–, dijo Faye, y su sonrisa le recordó a Cassie la de un gato al acecho en la selva.
–Dijiste que querías a Jeffrey– –Puedo tener a ambos, Suzan. Nick y yo tenemos un acuerdo. Así que escoge a otra persona, ¿de acuerdo?–. Hubo un momento de tensión, luego la rubia se encogió de hombros. –Bueno, voy a tomar a David Downey. Yo realmente no quería a Nick de todos modos. Es una iguana–. Deborah la miro. –¡Es mi primo!– –Sigue siendo una iguana. El me besó y fue como besar a un reptil–. –¿Podemos volver al tema?– dijo Faye, –¿Quién está en la lista de odio?– –Sally Waltman–, dijo Suzan inmediatamente. –Ella dice eso porque es la presidenta de la clase, además si tomas a Jeffrey ella realmente se volverá loca–. –Sally– musito Fay. –Si, tenemos que hacer algo muy especial para la querida Sally. ¿Qué está mal Deborah?–. Deborah esta rígida, mirando hacia debajo de la colina, hacia la entra escolar, –Alerta de intruso–, dijo ella, –De hecho parece toda una delegación–. Cassie lo había visto también, un grupo de chicos y chicas a través de la entrada principal por la colina. Ella sintió una oleada de esperanza. Tal vez mientras Faye y las otras dos estaban ocupadas con ellos, ella misma podría escapar. El corazón de Cassie comenzó a latir más rápido cuando pudo enfocar mejor el grupo. Había un chico al frente, quien parecía ser el líder, hablo. –Mira Faye, la cafetería está llena. Por lo tanto vamos a comer aquí, ¿de acuerdo?–, hablo con seguridad, pero vacilo al final, convirtiéndolo mas en una pregunta que una declaración.
Faye lo miro y luego le sonrió lentamente, –No–, dijo de forma dulce y breve. –No está bien–. Luego se volvió de nuevo a su almuerzo. –¿Por qué?– dijo el chico, todavía tratando de sonar rudo, –No nos lo impediste el año pasado–. –El año pasado–, dijo Faye, –Éramos jóvenes. Este año estamos en el tercer grado y somos malos. Tan malos como queramos ser–. Deborah y Suzan sonrieron. Frustrada, Cassie cambio un poco de posición. Hasta el momento no hubo ningún momento en que las tres estuvieran viendo lejos. Vamos, dense la vuelta, pensaba Cassie. El grupo estuvo de pie ahí por un minuto o dos, intercambiando miradas enojadas. Pero finalmente se volvieron y caminaron hacia el edificio de la escuela- todos excepto uno. –Uh, ¿Faye? ¿Quieres decir que yo también debo irme?– dijo una chica. Era bonita y joven. Probablemente una estudiante de segundo. Cassie pensó que le dirían que se fuera con los demás, pero para su sorpresa Faya levanto las cejas y dio unos golpecitos al césped. –Porque, Kori–, dijo ella, –Por supuesto que puedes quedarte. Imaginamos que estarías comiendo en la cafetería con la Princesa de la Pureza y los mejores–. Kori se sentó. –Demasiada bondad puede ser aburrida–, dijo. Faye inclino la cabeza y sonrió. –Pensé que eres una pequeña puritana–, dijo, –Bueno, tu sabes que siempre serás bienvenida aquí. Eres una de nosotras ¿No?–. Kori agacho su cabeza. –Tendré quince años en dos semanas–. –Ven–, dijo Faye a las demás –Ella es casi elegible, ahora, ¿De que estábamos hablando? De esa nueva película Slasher, ¿No?–. –Correcto–, dijo Deborah, mostrando sus dientes. –Esa en la que los chicos
se comen a las personas como si fuera un buffet–. Suzan desenvolvía su Twinkie. –¡Oh, Deborah no! Me enfermas– –Bueno, tú me enfermas con esas cosas–, dijo Deborah. –Nunca dejas de comerlos. Tu eres lo que comes sabes– le dijo a Kori, apuntando el pecho de Suzan. –Dos gigantes Twinkies. Si usara sostén llevaría una copa doble A–. Faye se río, e incluso Suzan, pero Kori solo sonreía mirando incómodamente. –¡Kori! No estamos avergonzándote, ¿O sí?– exclamo Faye, abriendo más sus ojos dorados. –No seas tonta. Yo no me avergüenzo fácilmente–, dijo Kori. –Bueno, con hermanos como los tuyos, supongo que no– Faye dijo –Te ves muy joven, ya sabes, casi virginal. Pero supongo que es una falsa impresión, ¿No?–. Kori comenzó a sonrojarse. Las tres chicas la miraban con sonrisitas insinuantes. –Bueno, claro.quiero decir, es una falsa impresión, no soy tan joven–, Kori tragó pareciendo desconcertada. –Salí con Jimmy Clark todo el último verano–, dijo a la defensiva. –¿Por qué no nos cuentas todo sobre eso?– murmuro Faye. Kori se veía más confusa. –Yo.bueno.pienso que será mejor que me marche. Tengo gimnasio en la próxima hora y tengo que reunir a todos para enseñar unos lanzamientos. Las veo luego chicas–. Se levanto rápidamente y desapareció. –Que extraño se dejo su almuerzo– medito Faye mientras fruncía ligeramente el entre cejo. –Oh, bueno–. Ella extrajo un paquete de pastelillos del almuerzo de Kori y se los dio a Suzan, quien río tontamente. Deborah, sin embargo, estaba frunciendo el entre cejo. –Eso fue estúpido, Faye. Vamos a necesitarla después.como en dos semanas. Un espacio vacío,
un candidato, ya sabes–. –Cierto–, dijo Faye. –Oh, bueno, ella se va a unir. No te preocupes, cuando sea el momento ella estará de nuestro lado–. –Supongo que sería mejor si nosotras también nos movemos–, dijo Suzan y Cassie -detrás de la roca- cerro los ojos con alivio. –Tengo que escalar todo el camino para ir a Algebra–. –Eso puede tomar horas–, dijo Deborah malévolamente. –Pero no te fatigues todavía. Tenemos más compañía–. Faye suspiro exasperada sin volverse. –¿Quién ahora? ¿Qué tenemos que hacer para poder conseguir un pequeño lugar por aquí?– –Es la señorita Presidenta de la Clase. Sally. Y le está saliendo vapor por las orejas–. La expresión molesta de Faye despareció, disolviéndose en algo más bonito e infinitamente más peligroso. Todavía sentada en el aparte de atrás de la escuela ella sonrió y movió sus uñas, como un gato ejerciendo sus garras. –Y yo pensé que hoy sería un día aburrido–, murmuro. –Bueno, Hola Sally– dijo mas alto, mientras se ponía de pie y se volvía. –Que encantadora sorpresa. ¿Cómo te fue en tu verano?"– –Ahórratelo, Faye–. Dijo la chica. Era una cabeza más baja que Faye, su figura era ligera, pero sus brazos y sus piernas estaban tensos y sus puños estaban cerrados como si se preparara para una batalla física. –Vine aquí para charlar–. –Pero si nosotras no hemos tenido una buena charla durante tanto tiempo. ¿Hiciste algo a tu cabello? Es muy.interesante–. Cassie miro el cabello de Sally. Se veía rizado. Cuando la chica levanto una mano hacia su cabello a la defensiva, Cassie pudo ver que era horrible, –Yo no vine a charlar de mi cabello– dijo Sally chasqueando. Tenía una voz estridente que subía más de volumen con cada frase. –Yo vine hablar sobre Jeffrey. ¡Déjalo en paz!–
Faye sonrió despacio. –¿Por qué?– murmuro, y en contraste con la estridente voz de Sally, la suya parecía mas baja y sensual. –¿Asustada de lo que pueda hacer si no eres tú la que sostiene su mano?– –¡El no está interesado en ti!– –¿Eso te dijo él? Hmm. El parecía muy interesado esta mañana. El Saldrá conmigo este Sábado en la noche–. –Porque lo obligaste– –¿Obligándolo? ¿Estás diciendo que un chico grande como Jeffrey no puede decir no cuando él quiere?– Faye sacudió su cabeza. –¿Y porque no está el aquí para hablar por el mismo? Te diré algo Sally–, agrego ella, bajando su voz a un tono confidencial. –El no lucho fuerte esta mañana. El no lucho en absoluto–. La mano de Sally se movió hacia atrás como si quisiera pegarle, pero no lo hizo. –Piensas que puedes hacer cualquier cosa, Faye.tu y el resto de tu club. Bueno, es tiempo de que alguien te muestre que no puedes. Hay más de de nosotros que estamos cansados de ser pisoteados por ustedes. Es tiempo de que alguien haga algo–. –¿Es lo que planeas hacer?– dijo Faye agradablemente. Sally había estado tensa caminando hacia atrás y ahora estaba en el borde de la cima. –¡Sí!– dijo Sally insolentemente. –Que divertido– murmuro Faye, –Porque va hacer difícil con tu espalda en el piso–. Con estas últimas palabras ella le dio un golpecito con sus largas uñas rojas en el rostro de Sally. Ella nunca toco la piel de Sally. Cassie quien había estado observando atentamente -desesperado por una oportunidad para huir- estaba segura de eso. Pero fue como si algo hubiera golpeado a Sally. Algo invisible. Y fuerte. Su cuerpo se balanceo hacia atrás e intento frenéticamente mantener el equilibrio. Ella se balanceo por un momento interminable y luego cayó hacia atrás.
Cassie no pudo recordar lo que paso después. Un minuto ella estaba detrás de la roca -agachada y segura- y al siguiente ella se había lanzado a través de la caída de la chica, cayendo en el pasto Por un momento Cassie pensó que ambas rodarían por la hierba colina abajo, pero no lo hicieron. Terminaron tiradas con Cassie sobre ella. –¡Suéltame! Destrozaste mi blusa–, exclamo una voz estridente y un puño golpeo el estomago de Cassie al mismo tiempo que Sally la empujaba. Cassie se quedo de pie mirándola con la boca abierta. Hablando de gratitud. –En cuanto a ti, Faye Chamberlain. ¡Has intentado matarme! ¡Tendrás tu merecido, ya lo veras!– –Tú también lo tendrás, Sally– prometió Faye, sonriendo, pero era una sonrisa forzada. Parecía como si estuviera moliendo sus dientes. –Solo tienes que esperar–, repitió Sally, –Algún día pueden encontrarte en el fondo de estas escaleras con el cuello roto–. Con eso, ella se marcho a las instalaciones de la escuela, caminado a paso fuerte, como si estuviera pisando el rostro de Faye. Ni siquiera se giro a mirar a Cassie. Cassie se levanto lentamente y miro hacia abajo, hacia el sinuoso tramo de escaleras que la condujeron a la colina. Ella no podría haber hecho otra cosa. Sally habría tenido suerte de solo romperse el cuello antes de llegar al final. Pero ahora. Ella se dio la vuelta para hacer frente a las tres chicas. Estaban de pie, con elegancia, pero por debajo de esa mascara había violencia. Cassie vio la oscuridad en los ojos de Deborah y los labios de Suzan curvados en una mueca de rencor. Pero la mayor parte de todo lo que vio fue Faye. A ella se le ocurrió, bastante cierto, que esas chicas eran probablemente las tres más bellas que había visto nunca. No se trataba de que cada una tuviera la piel perfecta, sin el más mínimo rastro de imperfecciones de la adolescencia. No fue el magnífico cabello: la Oscura melena desordenada de Deborah, el negro cabello de Faye y la nube de oro rojizo de Suzan. Ellas eran diferentes a todos los demás. Eran algo que venía dentro de ellas. Una especie de confianza que ninguna chica de dieciséis o diecisiete años debería tener. Una fuerza interior, una energía. Un poder.
Eso la tenía aterrorizada. –Bueno, ahora, ¿Qué tenemos aquí?– dijo Faye con voz gutural, –¿Una espía? ¿O un pequeño ratón blanco?– Corre, pensó Cassie. Pero sus piernas no se movían. –La vi esta mañana" dijo Deborah. "Ella estaba de pie enfrente a la entrada mirándome–. –Oh, yo la he visto desde antes, Debby–, respondió Faye. –La vi la semana pasada en el número doce. Ella es una vecina–. –¿Quieres decir que es.?– dijo Suzan. –Sí– –Sea lo que sea ella, ahora es carne muerta–, dijo Deborah. –No nos precipitemos– murmuro Faye. –Incluso los ratones pueden tener sus usos. Por cierto, ¿Cuánto tiempo llevas escondida allí?– Hay una sola respuesta a esto, y Cassie lucho por no decirla. Este no era el momento para llagar a una ingeniosa observación. Pero ella no podía dejar de pensar en otra cosa. –El tiempo suficiente–, dijo y cerró los ojos con miseria. Faye descendió lentamente para ponerse de pie delante de ella. –¿Siempre espías a las personas en las conversaciones privadas?– –Yo estaba aquí antes de que vinieran–. Dijo Cassie con tanto espíritu como ella podía manejar. Faye no dejo de mirarla. Esos ojos de color miel parecían brillar con una inquietante luz sobrenatural. Estaba centrada en Cassie, como un rayo laser, provocando que la fuerza saliera de ella. Era como si Faye quisiera que ella hiciera algo o que le diera algo de ella. La hizo sentir desorientada, fuera de balance y débil. Y luego sintió un aumente de repentina fuerza que parecía venir desde sus
pies. O más bien, desde el suelo debajo de ellos, desde el granito rojo de Nueva Inglaterra que se sentía como si hubiera cobrado vida. Le hizo enderezas su columna vertebral, levanto el mentón y miro directamente a esos ojos de oro, sin retroceder. –Yo estaba aquí primero–, dijo insolentemente. –Muy bien–, murmuro Faye, y había una extraña miraba en sus ojos. Luego volvió la cabeza, –¿Algo interesante en su mochila?– Cassie vio, con indignación, que Deborah estaba mirando en su mochila, tirando las cosas de una por una. –No mucho–, dijo la chica motorista, lanzando la mochila de modo que el resto del contenido quedo esparcido por el césped. –Muy bien–, Faye estaba sonriendo de nuevo, una desagradable sonrisa que hizo a sus labios rojos verse cruel. –Creo que estabas en lo cierto con lo que dijiste, Deborah. Ella es carne muerta–. Miraba a Cassie. –Eres nueva aquí, así que probablemente no endientes la gravedad del error que acabas de cometer. Y no tengo tiempo de estar aquí y contártelo. Pero lo sabrás. Lo averiguaras.Cassie–. Ella se acerco y tomo la barbilla de Cassie, con sus largos dedos y uñas color rojo. Cassie intento alejarse, pero sus músculos estaban bloqueados. Ella sintió la fuerza de sus dedos y la dureza de sus largas y ligeramente curvadas uñas. Como garras, pensaba. Las garras de un ave de rapiña. Por primera vez se dio cuenta que la piedra que Faye llevaba en el cuello tenía un estrella en ella, como de Zafiro. Parpadeando, Cassie se dio cuenta de que no podía apartar los ojos de ella. Riendo, de repente, Faye la soltó. –Vamos–, dijo a las otras chicas. Las se dieron vuelta y bajaron por las escaleras. El aire salió de Cassie, como una explosión en los pulmones, como si fuera un globo que se acabara de pinchar. Ella estaba temblando por dentro. Eso había sido.había sido absolutamente. ¡Mantente bajo control!
Ella es solo la líder de una pandilla adolescente, se dijo a sí misma. Por lo menos el secreto del club está resuelto. Es una pandilla. Has oído hablar de las pandillas antes, incluso aunque nunca hubieras ido a una escuela. Siempre y cuando los deje solos y no me cruce con ellos de nuevo, estaré bien. Pero la tranquilidad sonó hueco en su mente. Las últimas palabras de Faye habían sonado como una amenaza. ¿Pero una amenaza de qué? Cuando Cassie volvió a casa más tarde ese día, su madre no parecía estar en el piso de abajo. Por último después de ir llamándola habitación por habitación, su abuela apareció en la escalera. La mirada en su rostro le hizo sentir a Cassie un golpe en el estomago. –¿Qué pasa? ¿Dónde está mamá?– –Ella está arriba en su habitación. Ella no se sentía bien. Ahora, no hay necesidad de preocuparse–. Cassie se apresuro hacia la habitación verde. Su madre estaba en la gran cama. Con los ojos cerrados, el rostro pálido y transpirando ligeramente. –¿Mamá?– Su madre abrió los ojos y sonrío tristemente. –Solo es un resfriado, pienso–, dijo ella y su voz era débil y distante, una voz que acompañaba la palidez de su rostro. –Voy a estar bien en un día o dos, cariño, ¿Cómo te fue en la escuela?– Su mejor naturaleza lucho con su deseo de extender su propia miseria a su madre. Su madre tomo aliento y cerró los ojos como si le molestara la luz. La mejor naturaleza gano. –Oh, bien–, dijo ella. –¿Conociste a alguien interesante?– –Oh, se podría decir que si–
Ella no quería preocupar a su abuela, pero cuando ella le pregunto en la cena porque estaba tan callada, las palabras salieron de ella por sí mismas. –Hay una chica en la escuela, su nombre es Faye, y es horrible. Y en mi primer día de clases hice que me odiara–, ella le conto toda la historia, su abuela miraba la chimenea, parecía preocupada. –Todo irá mejor, Cassie– Pero, ¿Qué si no?, pensó. –Oh, estoy segura de que lo hará–, dijo ella. A continuación su abuela hizo algo sorprendente. Ella miró alrededor como si alguien pudiera escuchar y luego se inclinó hacia delante. –No, quiero decir que lo hará, Cassie. Lo sé. Ya verás.tú tienes una ventaja especial. Algo muy especial–, su voz se redujo a un susurro. Cassie se inclino también hacia delante, –¿Qué?– Su abuela abrió la boca, pero luego la cerró. Se levanto para poner madera en la chimenea. –Abuela, ¿Qué?– –Lo descubrirás–. Cassie sintió un choque eléctrico. Era la segunda vez que hoy había escuchado esas palabras. –Abuela–. –Tienes buen sentido para una cosa–, dijo su abuela con un nuevo tono de voz rápido. –Y dos buenas piernas para otra. Aquí, sube este caldo a tu madre. Ella no ha comido en todo el día–. Esa noche Cassie no podía dormir. Su miedo la mantuvo despierta, escuchando los crujidos y las sacudidas de la casa, los sonidos normales de la antigua casa, o había más que notar. Ella no supo porque, pero no le importaba. Ella siguió intentando dormir, pero una nueva sacudida en la casa la hizo tomar conciencia de nuevo. Cada cierto tiempo ella deslizaba su mano bajo su almohada para tocar la pieza de calcedonia. Si solo pudiera dormir.podría soñar con el.
Se sentó en la cama en posición vertical. Entonces ella se levanto, con los pies descalzos en la madera y se dirigió a abrir la cremallera de su mochila. Ella tomo las cosas que había tenido que recolectar del césped y las sacos una por una, lápiz por lápiz, libro por libro. Por último las miro, situadas en su colcha. Ella tenía razón. No lo había notado en ese momento, había estado demasiado preocupada por la amenaza de Faye. Pero el poema que había escrito esta mañana y que había arrugado, había desaparecido.


Capitulo 7
La primera persona que Cassie vio la mañana siguiente en la escuela, fue Faye. La chica alta estaba de pie con un grupo enfrente de la entrada lateral que Cassie había tomado para ser más discreta. Deborah, la motociclista, y Suzan, la rubia, estaban en el grupo. Ahí están también los dos chicos rubios que había visto en el pasillo el día de ayer con patines. Había otros dos chicos más. Una era un chico bajo con mirada vacilante y con una sonrisa furtiva. El segundo era alto, con el pelo oscuro y una rostro atractivo, pero frio. Estaba vistiendo una camisa con las mangas remangadas y unos vaqueros negros -como Deborah- y fumaba un cigarrillo. ¿Nick? Pensó Cassie, recordando la conversación de las chicas el día de ayer. ¿El reptil? Cassie se pego a la pared de ladrillo rojo y se retiro tan rápido en silencio como pudo. Cuando llego a la entrada principal se apresuro a llegar a su clase de ingles. Casi culpable, metió la mano en su bolsillo. Era estúpido que la haya traído, pero el pedazo de calcedonia la hacía sentir mejor. Y por supuesto era ridículo creer que eso podría darle suerte- pero en lo que iba de
la mañana no se había vuelto a encontrar con Faye, ¿O sí? Encontró un pupitre vacio en una esquina del lado de atrás, del lado opuesto donde Faye se había sentado ayer. Ella no quería a Faye cerca de ella, o detrás. Aquí ella estaba segura, rodeada de muchas personas. Pero extrañamente, poco antes de que ella se sentara, había un grupo de chicos junto al escritorio. Ella levanto la vista y vio como un grupo de chicas de hacia a un lado. Un chico al lado de ellas también se movió. Por un momento ella se quedo quieta, sin respirar. No seas paranoica. El hecho de que las personas se muevan no tiene nada que ver contigo. Ella no se dio cuenta de que había una larga extensión de pupitres vacios alrededor de ella. Faye entro hablando con un tenso Jeffrey Lovejoy. Cassie consiguió verla y rápidamente aparto los ojos de ella. No podía concentrarse en la lectura del Sr. Humphries. Solo podía pensar en el enorme espacio vacío que había alrededor de ella. Tenía que ser solo una coincidencia, pero esa coincidencia la agitaba. En el final de la clase, cuando Cassie se puso de pie, sintió que la miraban. Ella se volvió y vio a Faye mirándola y sonriéndole. Lentamente, Faye le guiño con un ojo. Una vez fuera del salón se dirigió a su taquilla. Mientras ponía la combinación en su taquilla vio que había alguien de pie cerca de ella, y reconoció que se trataba del chico que vio con Faye esta mañana. El locker del chico estaba abierto y pudo ver varios folletos pegados dentro de la puerta. El le estaba sonriendo ampliamente. La hebilla de su cinturón era de color plata brillante, con pedrería y el grabado decía Sean. Cassie le dirigió una miraba nada impresionada, esa mirada que le dedicaba a los niños pequeños que solía cuidar en casa, y abrió su taquilla.
Gritó. Sonó mas como un lamento estrangulado, realmente, porque su garganta se cerró. Colgando de la parte superior de su taquilla por un pedazo de cordel enredado de su cuello, estaba una muñeca. La cabeza de la muñeca estaba colgada grotescamente a un lado. Uno de sus ojos azules estaba abierto, el otro estaba medio cerrado. Era como si le estuviera giñando. El chico bajito la estaba mirando fijamente, con una expresión extraña. Como si estuviera embriagando con el horror. –¿No vas a denunciar esto? ¿No deberías ir a la oficina principal?" dijo el. Con voz alta y entusiasmada. Cassie apenas lo miro, su respiración se hacía más rápida. Entonces, –Si, lo haré–, dijo ella. Tiro de la muñeca y esta se desprendió fácilmente. Cerró de golpe su taquilla y se dirigió hacia las escaleras. La oficina principal estaba en el segundo piso. Cassie pensó que tendría que espera, pero para su sorpresa la secretaria la paso en el momento en que le dijo su nombre. –¿Puedo ayudarte?–. El director era alto, con un rostro austero. En la oficina había una chimenea, observó Cassie distraídamente, y el estaba de pie delante de ella con sus manos detrás de la espalda. –Sí–, dijo ella, su voz estaba agitada. Y ahora que estaba aquí ya no estaba tan segura de haber sido una buena idea. –Soy nueva en la escuela.mi nombre es Cassie Blake–. –Soy consciente de quien eres–. Su voz era formal y brusca. –Bueno–. Cassie vacilo. –Yo solo quería denunciar.ayer, vi a esta chica teniendo una pelea con otra chica, y ella la empujo–. ¿Porque le estaba contando esto? –Yo la vi, y ella me amenazo. Ella está en ese club, pero el punto es que ella me ha amenazado. Y yo no iba hacer nada al respecto, pero entonces hoy encontré esto en mi taquilla–.
Tomo la muñeca y la sostuvo por la parte de atrás del vestido con dos dedos. Parecía como si sostuviera sosteniendo algo recién desenterrado por un perro. –Que divertido–, dijo él, –Muy apto–. Cassie no tenía ni idea de que había querido decir. Apto quería decir apropiado, ¿No? ¿Era apropiado que colgaran muñecas de las taquillas? –Fue Faye Chamberlain– dijo ella. –Oh, no hay ninguna duda. Soy consciente de los problemas que tiene la Srta. Chamberlain actuando recíprocamente con los estudiantes. Tuve un aviso acerca del incidente de ayer, sobre como usted intento tirar a Sally Waltman por las escaleras–. Cassie lo miro fijamente, entonces dijo bruscamente, –¿Qué yo qué? ¿Quién le dijo eso?– –Creo que fue Suzan Whittier– –¡Eso no es verdad! Yo nunca–. –Sea como sea–, interrumpió el director, –Yo pienso que debería aprender a resolver sus problemas por usted misma, ¿no cree? En lugar de pedir ayuda externa–. Cassie lo miraba fijamente, en silencio. –Eso es todo–, el director tiro la muñeca al canasto, donde cayó con un rotundo golpe. Cassie comprendió que la había despedido. No había nada más que hacer, más que darse la vuelta e irse. Ella iba tarde para su próxima clase. Cuando ella cruzo la puerta todos los ojos se volvieron para verla, por un momento tuvo un instante de paranoia. Al menos nadie se levantó y se fue cuando ella tomo asiento en un pupitre.
Ella estaba mirando un ejemplo que hacia su maestro en el pizarrón cuando su mochila se movió. Estaba en el suelo junto a ella, y por el rabillo del ojo pudo ver que se movía. Cuando se giró para mirarla, estaba quieta. Imaginación. En cuanto volvió a mirar el pizarrón pasó de nuevo. Volvió a mirar. Estaba inmóvil. Miro el pizarrón. Se movió de nuevo. Como si algo quisiera salir de su interior. Deban ser la ondas de aire caliente, o algo estaba mal en sus ojos. Muy lentamente y con cuidado, Cassie movió su pie en dirección a la mochila. Ella miraba el pizarrón, levanto el pie y lo bajo súbitamente. Todo lo que sintió fue su libro de francés. Ella no se dio cuenta de que esta conteniendo la respiración hasta que lanzo un suspiro. Sus ojos se cerraron por el alivio. Entonces algo bajo su pie se retorció. Con un grito penetrante levanto los pies. –¿Qué es lo que pasa?– preguntó el maestro. Ahora, realmente, todos la estaban mirando. –Hay algo.algo en mi mochila. Se movió–, Cassie no tuvo tiempo de apartar la mano del maestro, –No lo haga, no meta la mano–. Apartándola, el maestro sostuvo su mochila abierta. Entonces metió la mano y saco una larga serpiente de caucho. Caucho. –¿Se supone que es divertido?– exigió el maestro. –No es mío–, dijo Cassie estúpidamente, –Yo no lo puse ahí–.
Ella la miro fijamente, hipnotizada, la cabeza de caucho se meneaba y la lengua de la serpiente estaba pintada de negro. Se veía real, pero no lo era. No tenía vida. ¿Carne muerta? –Se movió– susurro ella. –Sentí que se movió, yo pensé. Debe haber sido mi pie–. La clase estaba mirando en silencio. Cuando levanto la vista hacia el maestro pudo ver algo de piedad en sus ojos, pero un momento después se había ido. –Bien, todos. Volvamos a trabajar–. Dijo el maestro, dejando caer la serpiente en su pupitre y regreso al pizarrón. Cassie pasó el resto de la clase mirando la serpiente de caucho. No se movió de nuevo. Cassie miraba a través del cristal de la cafetería, a los risueños y habladores estudiantes. La clase de francés paso muy rápido. Y la paranoia, el sentimiento de que todas las personas estaban mirándola, siguió creciendo. Tengo que salir, pensó ella, pero claro que eso era ridículo. Miro hacia el sitio donde había ido el día de ayer. No, ella haría lo que tendría que haber hecho ayer: caminar hacia alguien y preguntarle si podía sentarse en su mesa. Muy bien. Hazlo. Habría sido más fácil si no se sintiera tan mareada. Por no dormir, pensó. Ella se detuvo, con su bandeja llena, al lado de dos chicas que comían en una mesa cuadrada con lugar para cuatro. Se veían bien, y más impórtante aun, parecían estudiantes de segundo año. Deberían sentirse bien de tener a un iniciado sentado con ellas. –Hola–, se oyó decir con voz cortés, –¿Puedo sentarme aquí?– Ellas no la miraban. Entonces una respondió. –Claro.pero nosotras ya nos íbamos– Tomo su bandeja y se dirigió hacia el cubo de basura. La otra chica miro hacia su propia bandeja un instante, con consternación. Entonces la siguió. Cassie estaba de pie como si le hubieran salido raíces en el suelo. De
acuerdo, eso estuvo mal -escogiste a alguien que se estaba yendo- está bien. Pero ese no era motivo para estar molesta. ¿A pesar de que sus almuerzos apenas estaban medio comidos? Con mucho esfuerzo ella camino hacia otra mesa. Una mesa redonda con seis personas. Había un lugar vacio. No preguntes, pensó ella. Simplemente siéntate. Ella soltó su bandeja en el lugar vacio, se encogió de hombros bajando la mochila de su hombro y se sentó. Ella miro su bandeja, concentrada en pedazo de pepperoni en su rebanada de pizza. Ella no quería pedirle permiso a nadie. Alrededor de ella la conversación murió. Luego escucho como las sillas se movían. Oh Dios mío, no puedo creer que esto esté pasando. Esto no es verdad. Pero lo era. Su peor pesadilla. Algo peor que muñecas muertas o serpientes de caucho. En un momento de irrealidad, ella vio a los estudiantes ponerse de pie. Estaban recogiendo sus almuerzos, se estaban yendo. Pero a diferencia de las chicas buenas de la mesa anterior, ellos no se dirigieron al cubo de basura, simplemente se estaban moviendo a otras mesas, un por ahí, otro por allá, a cualquier mesa donde pudieran encajar. Lejos de ella. En cualquier lujar lo bastante alejado de ella. –¿Mamá.?– Ella miro hacia abajo, hacia sus ojos cerrados con las pestañas espesas, la cara pálida. Ella no sabía cómo había superado el resto de la escuela el día de hoy, y cuando volvió a casa, su abuela le dijo que su madre se había puesto peor. No tan mal, nada de qué preocuparse, pero peor. Ella necesitaba paz y tranquilidad. Había tomado una medicina para dormir. Cassie miro los círculos oscuros alrededor de los ojos cerrados de su madre.
Parecía enferma. Y más que eso, parecía frágil. Vulnerable. Muy joven. –Mamá– dijo ella con voz suplicante. Su madre se revolvió, con una punzada de dolor cruzando por su rostro. Luego se quedo quieta de nuevo. Cassie sintió entumecimiento. No tenia nadie que pudiera ayudarla aquí. Se dio la vuelta y fue hacia su habitación. En su habitación, puso la pieza de calcedonia en su caja de joyería y no la toca de nuevo. Demasiada para la suerte. Los crujidos y las sacudidas de la casa la mantuvieron despierta por la noche otra vez. El jueves por la mañana había un pájaro en su taquilla. Un búho de peluche. La miraba fijamente con sus ojos amarillos. Un custodio que iba pasando por ahí la vio, ella apunto al búho en silencio, su mano temblaba, El se lo llevó. Esa misma tarde, hubo un pez dorado muerto. Lo tomo con una hoja de papel y lo quito. No se acerco a su taquilla por el resto del día. Ella no fue a la cafetería. Y ella paso la hora del almuerzo en la esquina mas alejada de la biblioteca. Ahí fue cuando vio a la chica de nuevo. La chica con el cabello brillante, la chica con la que había perdido el interés de encontrase con ella. Era sorprendente que no la hubiera visto en la escuela antes de este momento. Estos días Cassie estuvo pasando inadvertida, como una sombra, arrastrándose por los pasillos, con la mirada baja y hablando con nadie. Ella no sabía que hacía en la escuela, excepto por el hecho de que no había otro lugar al que ir. Y si la había visto, probablemente había ido hacia otra dirección. El pensamiento de ser rechazada, así como había sido rechazado por el resto
de la escuela la perturbaba. Pero ahora Cassie la miraba desde su mesa -en la parte de atrás de la biblioteca- y vio un brillo como el sol. Esa cabello. Era justo como Cassie lo recordaba, increíblemente largo, con un color imposible. La chica estaba en el escritorio de la bibliotecaria, sonriendo y hablando. Cassie podía sentir el fulgor de su presencia desde el otro lado de la habitación. Ella tuvo el impulso de brincar y correr hacia la chica. Y entonces. ¿Qué? Ella nunca lo supo. Pero el impuso estaba más allá de su control. Se garganta dolió y las lagrimas llenaron sus ojos. Se dio cuenta de que estaba de pie. Ella correría hacia la chica, y luego.imágenes llenaron la mente de Cassie, de su madre sosteniéndola cuando era más joven, limpiando su rodilla, dándole un beso. El consuelo. El rescate. El amor. –¡Diana!– Otra chica se acerco deprisa al escritorio. –Diana, ¿No sabes qué hora es? ¡Date prisa!– Ella alejo a la chica del cabello brillante del escritorio, riendo y sonriéndole a la bibliotecaria. Estaban en la puerta y luego ya se habían ido. Cassie estaba de pie sola. La chica ni siquiera miro en su dirección. El viernes por la mañana, Cassie se detuvo frente a su taquilla. No quería abrirla. Pero una extraña fascinación la invadía. No podía dejar de sentirlo, preguntándose que habría en él y sin saberlo. Ella puso la combinación, lentamente, todo era demasiado brillante. La puerta de su taquilla se abrió.
En ese momento ella ni siquiera podía gritar. Ella sentía como sus ojos se abrían tan grandes como los del búho de peluche. Su boca se abrió en una boqueada silenciosa. Su estomago se revolvió. El olor. Su locker estaba lleno de carne para hamburguesa. Cruda y roja, por lugares morados por la falta de refrigeración. Había libras y libras de ella. Olía a. Carne. Carne muerta. Cassie cerró la taquilla de golpe, haciendo que algunos pedazos cayeran dentro. Se giro y tropezó con alguien que la empujo, su visión estaba borrosa. Una mano la agarro. Por un momento pensó que era un ofrecimiento de ayuda. Entonces sintió que le arrancaban la mochila del hombro. Se volvió y vio un hermoso rostro hosco. Con maliciosos ojos oscuros. Una chaqueta de motorista. Deborah arrojo la mochila de Cassie, y automáticamente la arrojo a ella, en la misma dirección. En el otro lado vio un cabello rubio, unos ojos locos color azul verdoso. Una boca sonriente. Era uno de los chicos que patinaron en el pasillo, uno de los hermanos Henderson. –Bienvenida a la jungla–, dijo el chico. Él le tiro la mochila a Deborah y esta la cogió. Cassie no podía escapar, ellos la rodeaban, como un gato persiguiendo un ratón. Las lágrimas inundaron su rostro. La risa sonó más fuerte en sus oídos. Más fuerte y más fuerte. De repente un brazo color marrón se cruzo en su campo de visión. Una mano le arrebato la mochila de Cassie a Deborah. La risa murió. Se volvió para ver a través de su borrosa vista -efecto por las lágrimas- a un hermoso y frio chico que había estado con Faye hace dos días atrás. ¿De
verdad solo habían pasado dos días? El llevaba otra camiseta con las mangas arremangadas y el mismo desgastado vaquero negro. –Ah, Nick–, el hermano Henderson se quejo. –Estas arruinando nuestro juego–. –Fuera de aquí–, dijo Nick. –Tú eres el que se debe ir–, Deborah gruño detrás de Cassie. –Doug y yo solo–. –Claro, nosotros solo–. –Cállense–, Nick miro el locker de Cassie, con la carne filtrándose fuera de él. Entonces él le lanzo le lanzo la mochila a Cassie. –Sal de aquí–. Cassie miro sus ojos. Eran de un castaño oscuro, del mismo color que el mobiliario de caoba de su abuela. Y al igual que el mobiliario, parecían reflejar las luces. No eran hostiles, exactamente. Eran compasivos. –Gracias–, ella dijo limpiándose las lágrimas. Algo brillo en sus oscuros ojos caoba. –No tienes que agradecérmelo–, el dijo. Su voz era fría, pero a Cassie no le importaba. Agarro su mochila y huyó. Fue en la clase de Física cuando obtuvo la nota. Una chica llamada Tina la dejo caer en su escritorio, casualmente, tratando de hacer como si en realidad no lo hubiera hecho. Ella se giro y tomo asiento en el lado opuesto de la habitación. Cassie miro el papel cuadrado como si al tocarlo fuera a quemarla. Su nombre estaba escrito en la parte del frente. Despacio, ella desdoblo el papel. Cassie, leyó, encuéntrame en el antiguo edificio de Ciencia, segundo piso, después de la escuela. Creo que podemos ayudarnos unos a otros. Un amigo. Cassie miro fijamente el papel. Después de la clase se dirigió hacia Tina.
–¿Quién te dio esto para mí?– La chica miro la nota. –¿De qué hablas? Yo no–. –Sí, lo hiciste. ¿Quién te dio esto?– Tina miro alrededor. Entonces susurro. –Sally Waltman ¿De acuerdo? Pero me dijo que no le dijera a nadie. Me tengo que ir ahora–. Cassie boqueo sorprendida, –¿Dónde está el viejo edificio de Ciencia?– –Mira–. –¿Dónde está?– Tina resopló. –Del otro lado del ala E. Detrás del aparcamiento ¡Ahora déjame ir!– Ella se separo de Cassie y se alejo de prisa. Un amigo, Cassie pensó sarcásticamente. Si realmente fuera su amiga ella le hablaría a Cassie en público. Si realmente era su amiga la hubiera permanecido en las escaleras en lugar de haberla dejado sola con Faye. Ella debería haber dicho: –Gracias por salvar mi vida–. Tal vez lo sentía ahora. El antiguo edificio de Ciencia no lucia como si lo hubieran dejado de usar por un largo tiempo, había un candado en la puerta, pero había sido forzado. Cassie empujo la puerta y esta se abrió. Dentro no se veía nada. No podía ver nada. Pero podía ver una escalera. Ella subió, con una mano apoyada en la pared para poder guiarse. Fue cuando llego a la parte superior de la escalera cuando noto algo extraño. Sus dedos tocaban algo.suave. Casi peludo. Ella movió dirigió sus dedos hacia su rostro. ¿Hollín? Algo se movió en la habitación frente a ella. –¿Sally?– Ella tomo un vacilante paso hacia delante. ¿Por qué no entraba mas luz por las ventanas? Se pregunto. Ella solo podía ver el blanco brillante
de las grietas por aquí y por allá. Ella tomo otro paso, y otro, y otro. –¿Sally?– Cuando lo dijo, su cerebro lo comprendió. Sally no estaba ahí. Lo que sea, o quien sea que estuviera ahí, no era Sally. Date la vuelta idiota. Sal de aquí. Ahora. Se giro torpemente, intentando adaptar sus ojos, buscando la escalera. Y la luz brillo de repente, casi cegándola. Hubo un crujido desgarrador y más luz irrumpió en la habitación. Cuando miro hacia la ventana, Cassie lo comprendió. Alguien estaba de pie delante de la ventana, sosteniendo un pedazo de madera. Se giro hacia la escalera. Pero alguien estaba ahí, también. Con suficiente luz en la habitación ella pudo ver a una chica caminar hacia delante. –Hola Cassie–, dijo Faye, –Me temo que Sally no podrá venir. Pero quizá tu y yo podemos ayudarnos una a otra–.


Capitulo 8
–Tu enviaste la nota–, dijo Cassie rotundamente. Faye sonrió lentamente, su terrible sonrisa."–De algún modo yo no creí que vinieras si yo usaba mi propio nombre–, dijo ella.
Y yo me sentí como ella, pensó Cassie. Ella debió haber enviado a esa chica Tina que me digiera- y yo me lo trague. –¿Qué te pareció el pequeño presente que encontraste?– Las lágrimas vinieron a los ojos de Cassie. Ella no podía responder. Se sentía tan agotada, tan inútil- si solo pudiera pensar. –¿No has estado durmiendo bien?– Faye continuo, con su ronca voz inocente. –Te ves horrible. O quizás tus sueños te han mantenido despierta–. Cassie lanzo un rápido vistazo detrás de ella. Había una salida, pero Suzan estaba frente a ella. –¡Oh, tu no te puedes ir todavía–, dijo Faye. –yo no soñaría con permitírtelo– Cassie la miro fijamente. –Faye, solo déjame sola–. –Significado de los sueños–, dijo Deborah, y ella se rio cruelmente. Cassie no creía el sentido de esto. Pero ella vio que Faye sostenía una hoja de papel. Lo aliso completamente, pero este ya había sido fuertemente arrugado. Su poema. La ira ardió sobre su agotamiento. Ardió tan fuertemente que durante un instante ella estaba llena de energía, la levanto. Ella arremetió contra Faye llorando. –Eso es mío– Esto tomo por sorpresa a Faye. Ella se tambaleó hacia atrás, esquivándola, teniendo el poema fuera del alcance de Cassie. Entonces algo cogió los brazos de Cassie, fijándolos. –Gracias, Deborah–, dijo Faye, ligeramente sin aliento. Ella miro a Cassie. ––supongo que hasta un pequeño ratón blanco se transforma. Tendremos que recordar esto. Pero en este momento–, continuo ella, –vamos a tener una lectura de poesía improvisada. Siento que la atmosfera no sea-apropiada- pero ¿Qué puedes hacer? Esto solía ser el edificio de ciencias, pero ya nadie viene aquí mucho más. No desde que Doug y Chris Henderson tuvieron un pequeño accidente en un experimento de química. Tu probablemente ya has
visto a los hermanos Henderson- ellos son difíciles de perder. Lindos chicos, pero un poco irresponsables. Ellos accidentalmente hicieron una bomba–. Ahora que los ojos de Cassie se habían adaptado otra vez, podía ver que la habitación se estaba quemando. Las paredes eran negras con el hollín. –Desde luego algunas personas piensan que es peligroso este sitio–, continuo Faye, –entonces ellos lo mantienen cerrado. Pero nunca hemos dejado que esa pequeña cosa nos detenga. Es privado, aunque. Podemos hacer todo el ruido que queramos y nadie nos oirá–. El apretón de Deborah sobre los brazos de Cassie era doloroso. Pero Cassie comenzó a luchar otra vez cuando Faye limpió su garganta y sostuvo el papel. –Déjame ver.`mis sueños,´por Cassie Blake. A propósito, un título imaginativo–. –Tu no tienes ningún derecho– comenzó Cassie, pero Faye la ignoro. Ella comenzó a leer con una voz teatral, melodramática: –Cada noche estoy y sueño con el– –Es privado– grito Cassie. –Quien me besó y despertó mi deseo– –Suéltame– –Pasé una hora sola con él– –No es justo– –Y desde aquella hora, mis días están atadas con el fuego–. Faye alzó la vista–. Eso es todo. ¿Qué piensas, Deborah? –Apesta–, dijo Deborah, luego dio un pequeño tirón a los brazos de Cassie y Cassie trato de zafarse. –Es estúpido– –Oh, no sé. Me gustaron algunas imágenes. Sobre el fuego, por ejemplo. ¿Te gusta el Fuego, Cassie?– Cassie estaba inmóvil. Aquella voz perezosa, ronca tenía un nuevo tono en
ella, una nota que ella reconoció instintivamente. Peligro. –¿Piensas en el fuego, Cassie? ¿Sueñas con ello?– Con la boca seca, Cassie miró fijamente a Faye. Aquellos ojos color miel eran calientes, ardientes. Excitante. –¿Quieres ver un truco con fuego?– Cassie sacudió su cabeza. Había cosas peores que la humillación, ella lo comprendía. Por primera vez en esta semana ella tuvo miedo, no por su orgullo, sino por su vida–. Faye rompió la hoja de papel en su mano, formando un cono flojo. Una llama irrumpió en una esquina de la parte superior. –¿Por qué no nos dices quien es el del poema, Cassie? ¿Ese muchacho que te despertó- quien es el?– Cassie se inclino lejos, tratando de evitar el papel ardiente delante de su cara. –Cuidado– dijo Deborah burlándose de ella. –No se acerque demasiado a su cabello– –¿A que, te refieres con cerca?– dijo Faye. –¿o esta cerca?– Cassie tuvo que girar el cuello para evadir la llama. Pequeños trozos de papel encendidos volaban en todas direcciones. El resplandor dejo una imagen sucesiva, y ella podía sentir el calor sobre su piel. –Oops, eso estuvo cerca. ¿Pienso que sus pestañas son demasiado largas de todos modos, no, Deborah?– Cassie luchaba ahora, pero Deborah era asombrosamente fuerte. Y cuanto más lucho Cassie, más daño le hacia. –Suéltame– dijo ella entrecortadamente. –Pero pensé que te gustaba el fuego, Cassie. Mira dentro del fuego. ¿Qué ves?– Cassie no quiso obedecer, pero ella no podía evitarlo. Sin duda el papel ya debería de haberse quemado ahora. Pero este todavía ardía. Amarillo, ella pensó. El fugo es amarillo y naranja. No rojo como ellos dicen. Todos sus sentidos estaban fijados en la llama. Su calor trajo un hormigueo a sus mejillas. Ella podía oír el papel arrugarse a medida que se consumía; ella podía oler que se quemaba. Y ella no podía ver nada más.
Gris ceniza y llama amarilla. Azul en el inferior como una hornilla de gas. El fuego cambiaba su forma cada segundo, su resplandor interminable hacia arriba. Haciendo salir su energía... Energía. El fuego es el poder, pensó ella. Ella casi podía sentir la carga de la llama de oro. No era el. Gran tranquilidad del cielo y el mar, o la solidez de la roca. Se activo. El poder estaba ahí para ser tomado... –Sí–, Faye susurró. El sonido saco a Cassie de su trance. No estoy loca, se dijo ella a si misma. Su fantasía sobre la llama se derrumbo. Esto es lo que sucede cuando no has dormido para nada. Cuando la tensión se pone insoportable y tú llegas al final de tus recursos. Ella se volvió loca. Las lágrimas inundaron sus ojos, cayendo en sus mejillas. –Oh, ella es solo una bebe después de todo– dijo Faye, y había repugnancia salvaje en su voz. Repugnancia y algo como decepción. –¿Vamos, nena, no puedes llorar mas fuerte que esto? Si tu gritas bastante fuerte, tal vez puedas salir–. Todavía sollozaba, Cassie sacudió su cabeza hacia adelante y hacia atrás cuando el papel ardiente se acercaba. Tan cerca que las lagrimas se cayeron sobre el y chisporrotearon. Cassie ya no pensaba. Ella simplemente estaba aterrorizada. Al igual que un animal capturado, un desesperado, patético animal capturado. Carne muerta carne muerta carne muerta carne muerta... –¿Qué estas haciendo? Dejala ir ahora– La voz salió de la nada., y por un instante Cassie no trato de localizarla. Todo su ser se centro en el fuego. Este llameó de repente, disolviéndose casi al instante en suave ceniza gris. Faye fue abandonando la posesión del cono carbonizado de papel. –Dije que la dejaras ir– algo brillante fue hacia Deborah. Pero no brillante como el fuego. Brillante como la luz del sol. O la luz de la luna, cuando la luna esta llena y es tan deslumbrante que puedes leer con ella.
Era ella. La chica, la chica de la casa amarilla, la chica con el pelo brillante. Totalmente anonadada, Cassie la miro fijamente como si la viera por primera vez. Ella era casi tan alta como Faye, pero diferente a Faye en todos los aspectos. Donde Faye era voluptuosa, ella era delgada; donde Faye vestía de rojo. Ella vestía de blanco. En vez de una negra melena salvaje como la de Faye, su pelo era largo y recto y brillante- el color de la luz que corre en la ventana. Y desde luego ella era hermosa, era lo más hermosa que alguna vez hubiera tenido cerca. Pero era una belleza tan diferente a la de Faye era difícil de pensar que era la misma cosa. La belleza de Faye era impresionante, pero aterradora. Sus ojos eran de un extraño oro fascinante, pero también le hacían querer escapar. Esta chica lucia a algo como una vidriera. Por primera vez Cassie vio sus ojos, y ellos eran verdes y claros, brillantes, como si la luz estuviera dentro de ellos. Sus mejillas estaban ligeramente ruborizadas de rosa, pero este era su color natural, sin maquillaje. Su pecho subía y bajaba con la indignación, y su voz, aunque clara y musical, estuva llena de ira. –Cuando Tina me dijo que ella había entregado aquella nota por ti, yo sabia que algo estaba mal–, dijo ella –pero esto es increíble. Por ultima vez, Deborah, déjala ir– Despacio, a regañadientas, el apretón sobre los brazos de Cassie se aflojo. –Mire esto...tu podrías haberle hecho daño–, la chica rubia rabio. Ella saco un Kleenex y limpio las cenizas- y las lagrimas- de las mejillas de Cassie. –¿Estas bien?– pregunto ella, con su tono amable. Cassie solo podía mirarla. La brillante chica había llegado para rescatarla. Era como de un sueño. –Esta mortalmente asustada–, dijo la chica, mirando a Faye. –¿Cómo pudiste, Faye? ¿Cómo puedes ser tan cruel?– –Es solo algo natural–, murmuro Faye. Sus ojos estaban cubiertos, malhumorados. Tan malhumorados como la cara de Deborah. –Y tu, Suzan- estoy sorprendida de ti. ¿No ves que esta mal?– Suzan murmuro algo, mirando lejos. –¿Y porque querías hacerle daño? ¿Quién es ella?– ella tenia un brazo protector alrededor de Cassie ahora ella miro de una de las chicas mayores a otra. Ninguna de ellas respondió.
–Soy Cassie–, dijo Cassie. Su voz tambaleo al final, y ella trató de estabilizarla. Todo lo que ella podría sentir era el brazo de la chica alrededor de su hombro. –Cassie Blake–, ella logró terminar. –Me mude aquí hace un par de semanas. La Sra. Howard es mi abuela–. La chica miró sorprendida. –¿La Sra. Howard? ¿En el Número doce? ¿Y tú vives con ella?– El miedo apareció en Cassie. Ella recordó la reacción de Jeffrey al oír donde ella vivía. Ella moriría si esta chica respondiera del mismo modo. Angustiada, ella asintió. La chica rubia se giro atrás hacia Faye. –Entonces ella es una de nosotros ¡Un vecino–, ella añadió bruscamente y Faye levanto las cejas. –Oh, apenas–, dijo Faye. –Ella es sólo media– comenzó Suzan. –¡Cállate!– dijo Deborah. –Ella es un vecino–, repitió la rubia tercamente. Ella miró a Cassie. –Lo siento; yo no sabía que te habías mudado aquí. Si yo tuviera - ella lanzó un vistazo enfadado a Faye– yo me habría detenido por. Yo vivo abajo en la parte inferior de la calle Crowhaven, el Número uno. –Ella dio otro apretón protector a Cassie. –Vamos. Si tú quieres, te llevaré a casa ahora–. Cassie asintió. Ella le hubiera seguido felizmente si la chica le dijera que saltaran por una ventana. –Me olvide de presentarme–, dijo la chica, deteniéndose en la escalera. –Mi nombre es Diana–. –Lo Se–. Diana tenía un Acura Integra azul. Se detuvo delante de ella y le preguntó a Cassie si quería agarrar cualquier cosa de su taquilla. Con un estremecimiento, Cassie sacudió su cabeza. –¿Por qué no? – Cassie vaciló. Entonces le dijo. Todo. Diana escuchó, con los brazos cruzados, la punta del pie tocaba más rápido conforme la historia continuaba. Sus ojos verdes comenzaron a brillar con una furia casi incandescente. –No te preocúpese por eso–, era todo lo que ella dijo al final. –Llamaré y haré guardia fuera de la taquilla. Por ahora, tenemos que conseguir sacarte de aquí–. Ella condujo, diciendo a Cassie que deje el Conejo. –Nosotras nos encargaremos de eso más tarde–. Y Cassie creyó en ella. Si Diana dijo que se encargaría más tarde, se encargaría más tarde. En el coche, todo lo que Cassie podía hacer era miran fijamente en un hilo
de cabello largo, brillante que se caía en el freno de emergencia. Se pareció a la seda coloreada con la luz del sol. O la luz-del sol-y- de la luna coloreada, más bien. Durante un instante, detrás de la mente de Cassie, un pensamiento apareció sobre alguien más que tenía el pelo que era más que un color, pero cuando ella comprendió después, se fue. Ella no se atrevía a tocar el hilo de cabello, aunque ella quisiera ver si esto se parecía a la seda también. En lugar de eso ella trato de escuchar lo que decía Diana. –... Y no sé lo que a veces se mete en Faye. Ella simplemente no piensa. No se da cuenta de lo que hace–. Los ojos de Cassie se deslizaron cautelosamente hasta la cara de Diana. En su opinión, Faye sabía exactamente lo que ella hacía. Pero ella no dijo nada - ellos iban hasta la bonita casa Victoriana. –Vamos–, dijo Diana, saliendo. –Vamos a tener que limpiarte antes de que vayas a casa–. ¿Limpiarme? Cassie descubrió lo que quería decir Diana cuando la llevó a un antiguo cuarto de baño en el segundo piso. El hollín manchó su suéter gris, sus manos, sus vaqueros. Su cabello era un lío. Su cara estaba manchada con rayas negras y lágrimas. Ella se parecía a un huérfano de guerra. –Voy a prestarte algo de ropa mientras se limpian las suyas. Y tú puedes hacerse limpiarte con esto–. Diana fue alrededor, controlando el agua caliente en una bañera de patas en forma de garra, añadiendo algo que olía dulce y burbujeaba. Ella sacó toallas, jabón, champú, todo con una velocidad que desconcertó a Cassie. –Tira la ropa fuera cuando te desnudes. Y te puedes poner esto después–, dijo ella, colgando un esponjoso albornoz blanco sobre un gancho sobre la puerta. – Bien, estas lista–. Ella desapareció, y Cassie se quedo mirando la puerta cerrada. Ella miró el espejo ligeramente lleno de vapor, luego entro a la bañera. Ella se sintió fría y dolor interior. Sus músculos temblaban de la tensión. El caliente, y dulce aroma del agua parecía perfecto, y cuando subió y se elevó alrededor de ella, ella soltó un suspiro involuntario de dicha. Oh, era encantador. Perfecto. Ella se acostó y disfruto por un tiempo, dejando al calor empapar sus huesos y la luz, el olor de flores llenaron sus pulmones. Pareció limpiar las últimas telarañas cansadas de su cabeza y refrescarla. Ella tomó un paño y limpio la mugre de su cara y cuerpo. El champú olía dulce también. Cuando ella finalmente salió de la tina y se envolvió en el gran traje blanco terrycloth, ella estaba limpia, y caliente, y más relajada de
lo que ella podía recordar estar en semanas. Ella todavía no podía creer que esto estaba pasando, pero ella se sentía llena de luz. El cuarto de baño era antiguo, pero no de un modo feo, decidió ella. Bonitas toallas y tarros de sales de baño de colores en pupurrí que lo hizo agradable. Ella se deslizo sobre las suaves zapatillas blancas que Diana había dejado y había ocupado el pasillo. La puerta estaba abierta. Vacilantemente ella llamó, lo empujó para abrirla. Entonces se detuvo en el umbral. Diana estaba sentaba sobre un asiento en la ventana, inclino su cabeza Cassie hacia el suéter sobre su regazo. Encima de ella, en la ventana, los prismas colgaban. El sol era asombroso de modo que pequeños triángulos de arco iris se cayeran en el cuarto: las cintas de violeta y verde y naranja-rojo. Ellos se deslizaban a través de las paredes, bailando en el suelo, sobre los brazos y el cabello de Diana. Era como si ella se sentaba en medio de un calidoscopio. No era de extrañarse que la ventana estuviera brillando, pensó Cassie. Diana alzó la vista y rió. –Entra. Yo solo estaba quitando el hollín de su suéter–. –Oh. Es cachemira– –Lo sé. Estará bien–. Diana tomó algunos libros que se habían abierto sobre el asiento de la ventana y los puso en un gabinete grande que estaba de pie contra una pared. Cassie notó que ella cerró el gabinete después. Entonces ella salió con el suéter. Cassie miró el asiento de la ventana curiosamente. Ella no vio ningún quitamanchas. Sólo un paquete de pupurrí y le pareció ver algo como una colección de rocas. El cuarto en sí mismo era encantador. Estaba bien combinado, muebles de aspecto antigüo con cosas modernas, como si el pasado y el presente existieran en armonía aquí. Los adornos sobre la cama eran azules pálidos con un diseño de vid de rastreo delicado, ligera y aireada. Sobre las paredes, en vez de carteles de película o calcomanías, había una especie de tipo de arte. El lugar entero lucia - con estilo. Elegante y artístico, pero cómodo, también. –¿Te gustan aquellas? ¿Los grabados?– Cassie se giro para encontrar que Diana había entrado silenciosamente en la habitación otra vez. Ella asintió, deseando pensar en algo inteligente para decir a esta chica que pareció hasta ahora encima de ella. –¿Quiénes son ellos?– preguntó ella, esperando que fuese algo que ella debería de saber ya. –Ellos son dioses griegos. O diosas griegas, en realidad. Esta es Afrodita, es la diosa del amor. ¿Ves a las palomas y querubines alrededor de ella?–
Cassie miró fijamente a la mujer en el cuadro, que se reclinaba sobre una especie de sofá, mirando hermosa e indolente. Algo sobre la postura –o tal vez esto era el pecho expuesto– la recordó a Suzan. –Y esta es Artemisa–. Diana se movió a otra pintura. –Ella era la diosa de la caza. Nunca se casó, y si cualquier hombre la viera bañarse, ella lo rasgaría en pedazos por sus perros–. La muchacha en este cuadro era delgada y ágil, con entonados brazos y piernas. Ella se arrodillaba, apuntando un arco. Su pelo negro caía en ondas bajo su espalda, y su cara era intensa, desafiante. Deborah a veces se parecía a ella, Cassie pensó. Entonces ella echó un vistazo a la siguiente pintura y comenzó. –¿Quién es esta?– –Esta es Hera, reina de los dioses. Ella podría ser - celosa–. Cassie apostaría. La joven era alta y orgullosa, con un arrogante en su barbilla. Pero eran sus ojos los que sostuvieron a Cassie. Ellos parecieron casi arder en la imagen, llena de pasión y voluntad y peligro. Como un gato de selva que se agacha. Estremeciéndose de modo incontrolable, Cassie se giro lejos. –¿Estas bien?– preguntó Diana. Cassie asintió, trago. Ahora que ella estaba segura, todo volvía. No sólo los acontecimientos de los últimos días, sino de toda la semana pasada. Todo el daño, toda la humillación. La muñeca ahorcada en su armario, la escena en la cafetería. La serpiente de goma. El juego de mantener lejos su mochila. –¿Cassie?– Una mano tocó su hombro. Era demasiado. Cassie giró y se arrojó en los brazos de Diana, echándose a llorar. –Esta bien. Todo esta bien, en verdad. No te preocupes–. Diana la sostuvo y acarició su espalda. Todos los las lágrimas que Cassie no había sido capaz de liberar delante de su madre o su abuela se desbordaban hacia fuera ahora. Ella se aferró a Diana y sollozo como un pequeño niño. Y era como las imágenes que ella había tenido en la biblioteca. Como si ella tuviera siete años y su madre la consolaba. De algún modo, Diana hizo a Cassie sentir que todo iba a estar bien. Tarde o temprano, ella fue más despacio a hipos y se sorbio los mocos. Finalmente ella levantó su cabeza. –Dime–, dijo Diana, dando un Kleenex a Cassie. –¿ Por qué no te quedas aquí para la cena? Mi padre no volverá hasta tarde esta noche - él es un abogado. Puedo llamar a un par de amigos y podemos peidr una pizza. ¿Cómo suena?– – Oh genial–, dijo Cassie, mordiendose el labio. –Realmente genial–.
–Te puedes poner esta ropa hasta que la tuya se seque - estas serán un poco grandes, pero no demasiado mal. Ven abajo cuando estés lista–. Diana hizo una pausa, sus ojos esmeraldas se posaron sobre la cara de Cassie. –¿Pasa algo?– –No. no realmente, pero–. Cassie se debatía, luego sacudió su cabeza con ira. –¿Es sólo, es solamente. ¿Por qué eres tan buena conmigo?– exclamó ella. Todo esto todavía parecia un sueño. Diana miró fijamente a ella un momento, entonces ella rió con sus ojos, aunque sus labios permanecieran graves. –No sé. pienso que eres agradable y te lo mereces. Puedo intentar ser mala si tú lo quieres–. Cassie sacudió su cabeza otra vez, pero no con ira esta vez. Ella sintió sus propios labios crisparse. –Y–. Diana miraba de en el espacio ahora, sus ojos claros verdes eran distantes. –Somos todas hermanas, tu sabes–. Cassie capturo su aliento. –¿Nosotras?– susurró ella. –Sí–, dijo Diana firmemente, todavía mirando a lo lejos. –Sí, somos. A pesar de todo–. Entonces su rostro cambió, y ella miró a Cassie. –Tu puede llamar a tu madre de esta línea–, dijo ella, indicando un teléfono. –Bajaré y pedire la pizza–. Y justo cuando lo dijo, ella se fue.